manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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me habría dado cuenta. Miraba al hermoso cielo azul, y me maravillaba <strong>de</strong><br />
que el sol pudiese seguir brillando con [27rº] tanto resplandor mientras mi<br />
<strong>alma</strong> estaba in<strong>un</strong>dada <strong>de</strong> tristeza...<br />
Tal vez, Madre querida, te parezca que exagero la pena que sentí...<br />
Comprendo muy bien que no <strong>de</strong>biera haber sido tan gran<strong>de</strong>, pues tenía la<br />
esperanza <strong>de</strong> volver a encontrarte en el Carmelo, pero mi <strong>alma</strong> estaba<br />
LEJOS <strong>de</strong> estar madura y tenía que pasar por muchos crisoles antes <strong>de</strong><br />
alcanzar la meta que tanto <strong>de</strong>seaba...<br />
El 2 <strong>de</strong> octubre era el día fijado para volver a la Abadía, y no tuve más<br />
remedio que ir, a pesar <strong>de</strong> mi tristeza...<br />
Por la tar<strong>de</strong>, nuestra tía vino a buscarnos para ir al Carmelo, y vi a mi<br />
Paulina querida <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las rejas... ¡Ay, cuánto he sufrido en ese<br />
locutorio <strong>de</strong>l Carmelo...!<br />
Como estoy escribiendo la <strong>historia</strong> <strong>de</strong> mi <strong>alma</strong>, <strong>de</strong>bo <strong>de</strong>círselo todo a mi<br />
Madre querida, y confieso que los sufrimientos que precedieron a su<br />
entrada no fueron nada en comparación con los que vinieron <strong>de</strong>spués...<br />
Todos los jueves, íbamos en familia al Carmelo. Y yo, que estaba<br />
acostumbrada a hablar con Paulina <strong>de</strong> corazón a corazón, apenas si<br />
conseguía dos o tres minutos al final <strong>de</strong> la visita, que, por supuesto, me<br />
pasaba llorando, y luego me iba con el corazón <strong>de</strong>sgarrado... No<br />
comprendía que si tú dirigías preferentemente la palabra a Juana y María,<br />
en vez <strong>de</strong> hablar con tus hijitas, era por <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hacia nuestra tía... No<br />
lo comprendía, y pensaba en lo más hondo <strong>de</strong>l corazón: «¡¡¡He perdido a<br />
Paulina!!!»<br />
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Extraña enfermedad<br />
Es asombroso ver cómo se <strong>de</strong>sarrolló mi espíritu en medio <strong>de</strong>l sufrimiento.<br />
Se <strong>de</strong>sarrolló <strong>de</strong> tal manera, que no tardé en caer enferma.<br />
La enfermedad que me aquejó provenía, ciertamente, <strong>de</strong>l <strong>de</strong>monio.<br />
Furioso por tu entrada en el Carmelo, quiso vengarse en mí <strong>de</strong>l daño que<br />
nuestra familia iba a causarle en el futuro. Pero lo que él no sabía era que<br />
la [27vº] amorosa Reina <strong>de</strong>l cielo velaba por su frágil florecilla, que ella le<br />
sonreía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lo alto <strong>de</strong> su trono y que se aprestaba a c<strong>alma</strong>r la<br />
tempestad en el mismo momento en que su flor iba a quebrarse sin<br />
remedio...