manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Al ver pasar a <strong>un</strong> obrero con <strong>un</strong>a escalera, estuve a p<strong>un</strong>to <strong>de</strong> pedírsela.<br />
Afort<strong>un</strong>adamente no puse en práctica mi i<strong>de</strong>a, pues me habría tomado por<br />
loca...<br />
Se dice en el Evangelio que la Magdalena, perseverando j<strong>un</strong>to al sepulcro<br />
y agachándose insistentemente para mirar <strong>de</strong>ntro, acabó por ver dos<br />
ángeles. Yo, igual que ella, a<strong>un</strong> reconociendo la imposibilidad <strong>de</strong> ver<br />
cumplidos mis <strong>de</strong>seos, [61rº] seguía agachándome hacia las ruinas,<br />
adon<strong>de</strong> quería bajar.<br />
Por fin, no vi ángeles, pero sí lo que buscaba. Lancé <strong>un</strong> grito <strong>de</strong> alegría y<br />
le dije a Celina: «¡Ven corriendo, vamos a po<strong>de</strong>r pasar...!»<br />
Inmediatamente sorteamos la valla, hasta la que en aquel sitio llegaban los<br />
escombros, y comenzamos a escalar las ruinas, que se h<strong>un</strong>dían bajo<br />
nuestros pies.<br />
Papá nos miraba, completamente asombrado <strong>de</strong> nuestra audacia, y no<br />
tardó en indicarnos que volviéramos. Pero las dos fugitivas ya no oían<br />
nada. Lo mismo que los guerreros sienten aumentar su valor en medio <strong>de</strong>l<br />
peligro, así nuestra alegría iba en aumento en proporción al trabajo que<br />
nos costaba alcanzar el objeto <strong>de</strong> nuestros <strong>de</strong>seos.<br />
Celina, más previsora que yo, había escuchado al guía, y acordándose <strong>de</strong><br />
que éste acababa <strong>de</strong> señalar <strong>un</strong> pequeño adoquín marcado con <strong>un</strong>a cruz<br />
como el lugar en el que combatían los mártires, se puso a buscarlo. No<br />
tardó en encontrarlo, y, arrodillándonos sobre aquella tierra sagrada,<br />
nuestras <strong>alma</strong>s se f<strong>un</strong>dieron en <strong>un</strong>a misma oración...<br />
Al posar mis labios sobre el polvo purpurado por la sangre <strong>de</strong> los primeros<br />
cristianos, me latía fuertemente el corazón. Pedí la gracia <strong>de</strong> morir también<br />
mártir por Jesús, y sentí en el fondo <strong>de</strong>l corazón que mi oración había sido<br />
escuchada...<br />
Todo esto sucedió en muy poco tiempo, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> coger alg<strong>un</strong>as<br />
piedras, volvimos hacia los muros en ruinas para volver a comenzar<br />
nuestra arriesgada empresa. Papá, al vernos tan contentas, no tuvo valor<br />
para reñirnos, y me di cuenta <strong>de</strong> que estaba orgulloso <strong>de</strong> nuestra<br />
valentía...<br />
Dios nos protegió visiblemente, pues los peregrinos no se dieron cuenta <strong>de</strong><br />
nuestra empresa por estar algo más lejos que nosotros, ocupados sin duda<br />
en contemplar las magníficas arcadas, <strong>de</strong> las que el guía estaba