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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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Recuerdo que <strong>un</strong>a mañana me habían llevado a la enfermería porque tosía<br />

mucho (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi enfermedad, las profesoras se preocupaban mucho por<br />

mi salud: por <strong>un</strong> ligero dolor <strong>de</strong> cabeza, o si me veían más pálida que <strong>de</strong><br />

[34vº] costumbre, me mandaban ya a tomar el aire o a <strong>de</strong>scansar en la<br />

enfermería). Vi entrar a mi Celina querida; había conseguido permiso para<br />

verme, a pesar <strong>de</strong> estar en ejercicios, para regalarme <strong>un</strong>a estampa que me<br />

gustó mucho; era «La florecita <strong>de</strong>l Divino Prisionero». ¡Cómo me gustó<br />

recibir este recuerdo <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> Celina...! ¡Cuántos sentimientos <strong>de</strong><br />

amor no me ha inspirado...!<br />

La víspera <strong>de</strong>l gran día recibí por seg<strong>un</strong>da vez la absolución. La confesión<br />

general me <strong>de</strong>jó <strong>un</strong>a gran paz en el <strong>alma</strong>, y Dios no permitió que viniera a<br />

turbarla ni la más ligera nube.<br />

Por la tar<strong>de</strong> pedí perdón a toda la familia, que fue a verme, pero sólo pu<strong>de</strong><br />

hablar el lenguaje <strong>de</strong> las lágrimas, pues estaba <strong>de</strong>masiado emocionada...<br />

Paulina no estaba allí, pero sabía que estaba muy cerca <strong>de</strong> mí con el<br />

corazón. Me había mandado con María <strong>un</strong> preciosa estampa, que no me<br />

cansaba <strong>de</strong> admirar y <strong>de</strong> hacer admirar a todo el m<strong>un</strong>do...<br />

Había escrito al P. Pichon para encomendarme a sus oraciones, y<br />

diciéndole también que pronto sería carmelita y que entonces él sería mi<br />

director espiritual. (Y así ocurrió efectivamente cuatro años más tar<strong>de</strong>,<br />

pues en el Carmelo pu<strong>de</strong> abrirle mi <strong>alma</strong>...). María me entregó <strong>un</strong>a carta<br />

suya. ¡Realmente, era feliz...! Todas las alegrías me llegaban j<strong>un</strong>tas. Lo<br />

que más me gustó <strong>de</strong> su carta fue esta frase: «¡Mañana celebraré el santo<br />

sacrifico por ti y por Paulina!» El 8 <strong>de</strong> mayo Paulina y Teresa quedaron<br />

más <strong>un</strong>idas que n<strong>un</strong>ca, pues Jesús parecía f<strong>un</strong>dirlas en <strong>un</strong>a, in<strong>un</strong>dándolas<br />

<strong>de</strong> sus gracias...<br />

Finamente llegó el más hermoso <strong>de</strong> los días. ¡Qué inefables recuerdos han<br />

<strong>de</strong>jado en mi <strong>alma</strong> hasta los más pequeños <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> esta jornada <strong>de</strong><br />

cielo...! El gozoso <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong> la aurora, los besos respetuosos y tiernos<br />

<strong>de</strong> las profesoras y <strong>de</strong> las [35rº] compañeras mayores... La gran sala<br />

repleta <strong>de</strong> copos <strong>de</strong> nieve, con los que nos iban vistiendo a las niñas <strong>un</strong>a<br />

tras otra. Y sobre todo, la entrada en la capilla y el precioso canto matinal<br />

«¡Oh altar sagrado, que ro<strong>de</strong>an los ángeles!»<br />

Pero no quiero entrar en <strong>de</strong>talles. Hay cosas que si se exponen al aire<br />

pier<strong>de</strong>n su perfume, y hay sentimientos <strong>de</strong>l <strong>alma</strong> que no pue<strong>de</strong>n traducirse<br />

al lenguaje <strong>de</strong> la tierra sin que pierdan su sentido íntimo y celestial. Son<br />

como aquella «piedra blanca que se dará al vencedor, en la que hay<br />

escrito <strong>un</strong> nombre nuevo que sólo conoce el que la recibe».

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