manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
enfermeras tenían en aquel entonces <strong>de</strong>masiadas enfermas para venir a<br />
[29rº] buscarla a ella.<br />
Me costaba mucho ofrecerme para prestar ese pequeño servicio, pues<br />
sabía que no era fácil contentar a la pobre sor San Pedro, que sufría tanto<br />
que no le gustaba andar cambiando <strong>de</strong> conductora. Sin embargo, no<br />
quería per<strong>de</strong>r <strong>un</strong>a ocasión tan hermosa <strong>de</strong> practicar la caridad, recordando<br />
que Jesús había dicho: Lo que hagáis al más pequeño <strong>de</strong> los míos, a mí<br />
me lo hacéis. Me ofrecí, pues, con mucha humildad a conducirla, ¡y no me<br />
costó poco trabajo conseguir que aceptara mis servicios! Al fin puse manos<br />
a la obra, y fue tanta mi buena vol<strong>un</strong>tad, que el éxito fue completo.<br />
Todas las tar<strong>de</strong>s, cuando veía que sor San Pedro comenzaba a agitar su<br />
reloj <strong>de</strong> arena, sabía que eso quería <strong>de</strong>cir: Vamos. Es increíble lo que me<br />
costaba hacer aquel esfuerzo, sobre todo al principio. Sin embargo, acudía<br />
inmediatamente, y a continuación comenzaba toda <strong>un</strong>a ceremonia.<br />
Había que mover y llevar la banqueta <strong>de</strong> <strong>un</strong>a <strong>de</strong>terminada manera, y,<br />
sobre todo, no ir <strong>de</strong> prisa. Luego venía el paseo. Había que ir <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> la<br />
pobre enferma, sosteniéndola por la cintura. Yo lo hacía con toda la<br />
suavidad posible; pero si, por <strong>de</strong>sgracia, ella daba <strong>un</strong> paso en falso, ya le<br />
parecía que la sostenía mal y que se iba a caer. «¡Dios mío, vas<br />
<strong>de</strong>masiado <strong>de</strong>prisa, voy a romperme la crisma!» Si trataba <strong>de</strong> ir más<br />
<strong>de</strong>spacio: «¡Pero sígueme, no siento tu mano, me has soltado, me voy a<br />
caer! Ya <strong>de</strong>cía yo que tú eras <strong>de</strong>masiado joven para acompañarme»<br />
Por fin, llegábamos sin contratiempos al refectorio. Allí surgían nuevas<br />
dificulta<strong>de</strong>s. Había que sentar a sor San Pedro y actuar hábilmente para<br />
[29vº] no lastimarla; luego, había que recogerle las mangas (también <strong>de</strong><br />
<strong>un</strong>a manera <strong>de</strong>terminada); y entonces ya quedaba libre para marcharme.<br />
Con sus pobres manos <strong>de</strong>formadas, echaba el pan en la escudilla como<br />
mejor podía. No tardé en darme cuenta <strong>de</strong> ello, y ya ning<strong>un</strong>a tar<strong>de</strong> me iba<br />
sin haberle prestado ese pequeño servicio. Como ella no me lo había<br />
pedido, esa atención la conmovió mucho, y gracias a esa atención, que yo<br />
no había buscado intencionadamente, me gané por completo sus<br />
simpatías, y sobre todo (lo supe más tar<strong>de</strong>) porque, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cortarle el<br />
pan, le dirigía antes <strong>de</strong> marcharme mi más hermosa sonrisa.<br />
Madre querida, quizás le extrañe que le haya escrito este pequeño acto <strong>de</strong><br />
caridad que tuvo lugar hace tanto tiempo. Si lo he hecho, es porque,<br />
gracias a él, tengo que cantar las misericordias <strong>de</strong>l Señor. Dios ha querido<br />
que conserve este recuerdo como <strong>un</strong> perfume que me mueve a practicar la