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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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fue otra clase <strong>de</strong> sufrimiento, muy íntimo, muy prof<strong>un</strong>do. Me imaginaba<br />

todos los trabajos y todas las <strong>de</strong>cepciones que iban a tener que sufrir. En<br />

<strong>un</strong>a palabra, mi cielo estaba cargado <strong>de</strong> nubarrones... Sólo el fondo <strong>de</strong> mi<br />

corazón seguía en c<strong>alma</strong> y en la paz.<br />

Su pru<strong>de</strong>ncia, Madre querida, supo <strong>de</strong>scubrir la vol<strong>un</strong>tad <strong>de</strong> Dios, y en su<br />

nombre prohibió a las novicias pensar por el momento en abandonar la<br />

c<strong>un</strong>a <strong>de</strong> su infancia religiosa.<br />

No obstante, usted comprendía sus aspiraciones, pues usted misma,<br />

Madre, había pedido en su juventud ir a Saigón. Ocurre con frecuencia que<br />

los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> las madres hallan eco en el <strong>alma</strong> [10rº] <strong>de</strong> sus hijas. Y usted<br />

sabe, Madre querida, que su <strong>de</strong>seo apostólico halla en mi <strong>alma</strong> <strong>un</strong> eco fiel.<br />

Permítame confiarle por qué he <strong>de</strong>seado, y aún sigo <strong>de</strong>seándolo, si la<br />

Santísima Virgen me cura, cambiar por <strong>un</strong>a tierra extranjera el oasis don<strong>de</strong><br />

vivo tan feliz bajo su mirada maternal.<br />

Para vivir en los Carmelos extranjeros -usted, Madre, me lo dijo- hay que<br />

tener <strong>un</strong>a vocación muy especial. Muchas <strong>alma</strong>s se creen llamadas a ello<br />

sin estarlo en realidad. Usted también me dijo que yo tenía esa vocación, y<br />

que el único obstáculo para ello era mi salud. Sé que, si Dios me llamara a<br />

tierras lejanas, ese obstáculo <strong>de</strong>saparecería. Por eso, vivo sin la menor<br />

inquietud.<br />

Si <strong>un</strong> día tuviese que <strong>de</strong>jar mi querido Carmelo, no lo haría, no, sin dolor.<br />

Jesús no me ha dado <strong>un</strong> corazón insensible; y justamente porque mi<br />

corazón es capaz <strong>de</strong> sufrir, <strong>de</strong>seo que le dé a Jesús todo lo que pue<strong>de</strong><br />

darle. Aquí, Madre querida, vivo sin la menor preocupación por las cosas<br />

<strong>de</strong> esta tierra miserable; mi único quehacer es cumplir la dulce y fácil<br />

misión que usted me ha encomendado.<br />

Aquí me veo colmada <strong>de</strong> sus atenciones maternales; no sé lo que es la<br />

pobreza, pues n<strong>un</strong>ca me ha faltado nada.<br />

Pero, sobre todo, aquí me siento amada, por usted y por todas las<br />

hermanas, y este afecto es muy dulce para mí.<br />

Por eso sueño con <strong>un</strong> monasterio don<strong>de</strong> nadie me conociese, don<strong>de</strong><br />

tuviese que sufrir la pobreza, la falta <strong>de</strong> cariño, en <strong>un</strong>a palabra, el <strong>de</strong>stierro<br />

<strong>de</strong>l corazón.<br />

No, la razón para abandonar todo esto que tanto amo no sería la <strong>de</strong><br />

prestar <strong>un</strong>a serie <strong>de</strong> servicios al Carmelo que [10vº] quisiera recibirme.<br />

Ciertamente, haría todo lo que <strong>de</strong>pendiese <strong>de</strong> mí; pero conozco mi

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