manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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trataré <strong>de</strong> hacerlo con la sencillez <strong>de</strong> <strong>un</strong> niño que conoce el amor <strong>de</strong> su<br />
madre...<br />
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París: Nuestra Señora <strong>de</strong> las Victorias<br />
La peregrinación salía <strong>de</strong> París el 7 <strong>de</strong> noviembre, pero papá nos llevó allí<br />
<strong>un</strong>os días antes para que la visitáramos.<br />
Una mañana, a las tres <strong>de</strong> la madrugada, atravesaba la ciudad <strong>de</strong> Lisieux,<br />
que aún dormía. Muchas emociones pasaron en esos momentos por mi<br />
<strong>alma</strong>. Sabía que iba hacia lo <strong>de</strong>sconocido y que allá lejos me esperaban<br />
gran<strong>de</strong>s cosas... Papá iba feliz. Cuando el tren arrancó, él se puso a cantar<br />
aquella vieja canción: «Rueda, rueda, diligencia, que ya estamos en<br />
camino».<br />
Llegamos a París por la mañana, y comenzamos enseguida a visitar la<br />
ciudad. Nuestro pobre papaíto se <strong>de</strong>svivió por complacernos, así que en<br />
poco tiempo teníamos vistas todas las maravillas <strong>de</strong> la capital.<br />
Yo sólo encontré <strong>un</strong>a que verda<strong>de</strong>ramente me encantara, y esa maravilla<br />
fue: «Nuestra Señora <strong>de</strong> las Victorias». ¡Imposible <strong>de</strong>cir lo que sentí a sus<br />
pies...! Las gracias que me concedió me emocionaron tan prof<strong>un</strong>damente,<br />
que sólo mis lágrimas traducían mi felicidad, como en el día <strong>de</strong> mi primera<br />
com<strong>un</strong>ión... La Santísima Virgen me hizo sentir que había sido realmente<br />
ella quien me había sonreído y curado. Comprendí que velaba por mí y<br />
que yo era su hija; y que, entonces, yo no podía darle ya [57rº] otro<br />
nombre que el <strong>de</strong> «mamá», que me parecía mucho más tierno que el <strong>de</strong><br />
Madre...<br />
¡Con qué fervor le pedí que me amparara siempre y que convirtiera pronto<br />
mi sueño en realidad, escondiéndome a la sombra <strong>de</strong> su manto virginal...!<br />
Ese había sido <strong>un</strong>o <strong>de</strong> mis primeros <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> niña... Luego, al crecer,<br />
había comprendido que sólo en el Carmelo podría encontrar <strong>de</strong> verdad el<br />
manto <strong>de</strong> la Santísima Virgen, y hacia esa fértil montaña volaban todos mis<br />
<strong>de</strong>seos...<br />
Supliqué también a Nuestra Señora <strong>de</strong> las Victorias que alejase <strong>de</strong> mí todo<br />
lo que pudiese empañar mi pureza. No ignoraba que en <strong>un</strong> viaje como éste<br />
a Italia, se encontrarían muchas cosas capaces <strong>de</strong> turbarme, sobre todo<br />
porque, al no conocer el mal, temía <strong>de</strong>scubrirlo, por no haber<br />
experimentado todavía que para el puro todo es puro y que las <strong>alma</strong>s<br />
sencillas y rectas no ven mal en ning<strong>un</strong>a parte, pues el mal sólo existe en<br />
los corazones impuros y no en los objetos inanimados...