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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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todo lo bueno que él ha querido poner en mí. Si a él le gusta hacerme<br />

parecer mejor <strong>de</strong> lo que soy, no es cosa mía, es muy libre <strong>de</strong> hacer lo que<br />

quiera...<br />

¡Por qué caminos tan diferentes, Madre, lleva el Señor a las <strong>alma</strong>s! En la<br />

vida <strong>de</strong> los santos, vemos que hay muchos que no han querido <strong>de</strong>jar nada<br />

<strong>de</strong> sí mismos [2vº] <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte: ni el menor recuerdo, ni el<br />

menor escrito; hay otros, en cambio, como nuestra Madre santa Teresa,<br />

que han enriquecido a la Iglesia con sus sublimes revelaciones, sin temor<br />

alg<strong>un</strong>o a revelar los secretos <strong>de</strong>l Rey, a fin <strong>de</strong> que sea más conocido y<br />

más amado <strong>de</strong> las <strong>alma</strong>s.<br />

¿Cuál <strong>de</strong> estos dos tipos <strong>de</strong> santo agrada más a Dios? Me parece, Madre,<br />

que ambos le agradan por igual, pues todos ellos han seguido las<br />

mociones <strong>de</strong>l Espíritu Santo, y el Señor dijo: Decid al justo que todo está<br />

bien. Sí, cuando sólo se busca la vol<strong>un</strong>tad <strong>de</strong> Jesús, todo está bien. Por<br />

eso, yo, pobre florecita, obe<strong>de</strong>zco a Jesús tratando <strong>de</strong> complacer a mi<br />

Madre querida.<br />

Usted, Madre, sabe bien que yo siempre he <strong>de</strong>seado ser santa. Pero, ¡ay!,<br />

cuando me comparo con los santos, siempre constato que entre ellos y yo<br />

existe la misma diferencia que entre <strong>un</strong>a montaña cuya cumbre se pier<strong>de</strong><br />

en el cielo y el oscuro grano que los caminantes pisan al andar. Pero en<br />

vez <strong>de</strong> <strong>de</strong>sanimarme, me he dicho a mí misma: Dios no pue<strong>de</strong> inspirar<br />

<strong>de</strong>seos irrealizables4; por lo tanto, a pesar <strong>de</strong> mi pequeñez, puedo aspirar<br />

a la santidad. Agrandarme es imposible; tendré que soportarme tal cual<br />

soy, con todas mis imperfecciones. Pero quiero buscar la forma <strong>de</strong> ir al<br />

cielo por <strong>un</strong> caminito muy recto y muy corto, por <strong>un</strong> caminito totalmente<br />

nuevo.<br />

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El ascensor divino<br />

Estamos en <strong>un</strong> siglo <strong>de</strong> inventos. Ahora no hay que tomarse ya el trabajo<br />

<strong>de</strong> subir los peldaños <strong>de</strong> <strong>un</strong>a [3rº] escalera: en las casas <strong>de</strong> los ricos, <strong>un</strong><br />

ascensor la suple ventajosamente.<br />

Yo quisiera también encontrar <strong>un</strong> ascensor para elevarme hasta Jesús,<br />

pues soy <strong>de</strong>masiado pequeña para subir la dura escalera <strong>de</strong> la perfección.<br />

Entonces busqué en los Libros Sagrados algún indicio <strong>de</strong>l ascensor, objeto<br />

<strong>de</strong> mi <strong>de</strong>seo, y leí estas palabras salidas <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> Sabiduría eterna: El<br />

que sea pequeñito, que venga a mí.

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