manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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Y entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y<br />
queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el que pequeñito que<br />
responda a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré:<br />
Como <strong>un</strong>a madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo; os llevaré en mis<br />
brazos y sobre mis rodillas os meceré.<br />
N<strong>un</strong>ca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi <strong>alma</strong> ¡El<br />
ascensor que ha <strong>de</strong> elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para<br />
eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña,<br />
tengo que empequeñecerme más y más.<br />
Tú, Dios mío, has rebasado mi esperanza, y yo quiero cantar tus<br />
misericordias: «Me instruiste <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi juventud, y hasta hoy relato tus<br />
maravillas, y las seguiré publicando hasta mi edad más avanzada». Sal.<br />
LXX.<br />
¿Cuál será para mí esta edad avanzada? Me parece que podría ser ya<br />
ahora, pues dos mil años no son más a los ojos <strong>de</strong> Dios que veinte años...,<br />
que <strong>un</strong> solo día...<br />
No piense, Madre querida, que su hija quiera <strong>de</strong>jarla... No crea que estime<br />
como <strong>un</strong>a [3vº] gracia mayor morir en la aurora <strong>de</strong> la vida que al atar<strong>de</strong>cer.<br />
Lo que ella estima, lo único que <strong>de</strong>sea es agradar a Jesús... Ahora que él<br />
parece acercarse a ella para llevarla a la morada <strong>de</strong> su gloria, su hija se<br />
alegra. Hace ya mucho que ha comprendido que Dios no tiene necesidad<br />
<strong>de</strong> nadie (y mucho menos <strong>de</strong> ella que <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más) para hacer el bien en<br />
la tierra.<br />
Perdóneme, Madre, si la estoy poniendo triste..., me gustaría tanto<br />
alegrarla... Pero si sus oraciones no son escuchadas en la tierra, si Jesús<br />
separa durante alg<strong>un</strong>os días a la Madre <strong>de</strong> la hija, ¿cree que esas<br />
oraciones no serán escuchadas en el cielo...?<br />
Yo sé que su <strong>de</strong>seo es que yo realice j<strong>un</strong>to a usted <strong>un</strong>a misión muy5 dulce<br />
y muy fácil. ¿Pero no podría concluirla <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo...? Como <strong>un</strong> día<br />
Jesús dijo a san Pedro, también usted le dijo a su hija: «Apacienta mis<br />
cor<strong>de</strong>ros». Y yo me quedé atónita, y le dije que «era <strong>de</strong>masiado<br />
pequeña...», y le pedí que apacentase usted misma a sus cor<strong>de</strong>ritos, y que<br />
me cuidase también a mí y me concediera la gracia <strong>de</strong> pastar con ellos. Y<br />
usted, Madre querida, respondiendo en parte a mi justo <strong>de</strong>seo, cuidó <strong>de</strong><br />
los cor<strong>de</strong>ritos a la vez que <strong>de</strong> las ovejas6, encargándome a mí <strong>de</strong> llevarlos<br />
a ellos con frecuencia a pacer a la sombra, <strong>de</strong> enseñarles las hierbas<br />
mejores y las más nutritivas, y también <strong>de</strong> mostrarles las flores <strong>de</strong>