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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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Primeras hemoptisis<br />

El año pasado, Dios me concedió el consuelo <strong>de</strong> observar los ay<strong>un</strong>os <strong>de</strong><br />

cuaresma en todo su rigor. N<strong>un</strong>ca me había sentido tan fuerte, y estas<br />

fuerzas se mantuvieron hasta Pascua.<br />

Sin embargo, el día <strong>de</strong> Viernes Santo7 Jesús quiso darme la esperanza <strong>de</strong><br />

ir pronto a verle en el cielo... ¡Qué dulce es el recuerdo que tengo <strong>de</strong> ello...!<br />

Después <strong>de</strong> haberme quedado hasta media noche ante el monumento,<br />

volví a nuestra celda. Pero apenas había apoyado la cabeza en la<br />

almohada, cuando sentí como <strong>un</strong> flujo que subía, que me subía<br />

borboteando hasta los labios.<br />

Yo no sabía lo que era, pero pensé que a lo mejor me iba a morir, y mi<br />

<strong>alma</strong> se sintió in<strong>un</strong>dada [5rº] <strong>de</strong> gozo... Sin embargo, como nuestra<br />

lámpara estaba apagada, me dije a mí misma que tendría que esperar<br />

hasta la mañana para cerciorarme <strong>de</strong> mi felicidad, pues me parecía que lo<br />

que había vomitado era sangre.<br />

La mañana no se hizo esperar mucho, y lo primero que pensé al<br />

<strong>de</strong>spertarme fue que iba a <strong>de</strong>scubrir algo muy hermoso. Acercándome a la<br />

ventana, pu<strong>de</strong> comprobar que no me había equivocado..., ¡y mi <strong>alma</strong> se<br />

llenó <strong>de</strong> <strong>un</strong>a enorme alegría! Estaba íntimamente convencida <strong>de</strong> que<br />

Jesús, en el aniversario <strong>de</strong> su muerte, quería hacerme oír <strong>un</strong>a primera<br />

llamada. Era como <strong>un</strong> tenue y lejano murmullo que me an<strong>un</strong>ciaba la<br />

llegada <strong>de</strong>l Esposo...<br />

Asistí con gran fervor a Prima y al capítulo <strong>de</strong> los perdones8. Estaba<br />

impaciente porque me llegara el turno, para, al pedirle perdón, Madre<br />

querida, po<strong>de</strong>r confiarle mi esperanza y mi felicidad. Pero añadí que no<br />

sufría lo más mínimo (lo cual era muy cierto), y le pedí, Madre, que no me<br />

diese nada especial. Y, en efecto, tuve la alegría <strong>de</strong> pasar el Viernes Santo<br />

como <strong>de</strong>seaba. N<strong>un</strong>ca me parecieron tan <strong>de</strong>liciosas las austerida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

Carmelo. La esperanza <strong>de</strong> ir al cielo me volvía loca <strong>de</strong> alegría.<br />

Cuando llegó la noche <strong>de</strong> aquel venturoso día, nos fuimos a <strong>de</strong>scansar.<br />

Pero, como la noche anterior, Jesús me dio la misma señal <strong>de</strong> que mi<br />

entrada en la vida eterna no estaba lejos...<br />

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La mesa <strong>de</strong> los pecadores<br />

Yo gozaba por entonces <strong>de</strong> <strong>un</strong>a fe tan viva y tan clara, que el pensamiento<br />

<strong>de</strong>l cielo constituía toda mi felicidad. No me cabía en la cabeza [5vº] que

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