manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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<strong>de</strong>cía muy bajito: «Escucha bien, reinecita, que está hablando <strong>de</strong> tu santa<br />
patrona». Y yo escuchaba bien, pero miraba más a papa que al<br />
predicador. ¡Me <strong>de</strong>cía tantas cosas su hermoso rostro...! A veces sus ojos<br />
se llenaban <strong>de</strong> lágrimas que trataba en vano <strong>de</strong> contener. Tanto le gustaba<br />
a su <strong>alma</strong> abismarse en las verda<strong>de</strong>s eternas, que parecía no pertenecer<br />
ya a esta tierra... Sin embargo, su carrera estaba aún muy lejos <strong>de</strong><br />
terminar: tenían que pasar todavía largos años antes <strong>de</strong> que el hermoso<br />
cielo se abriera ante sus ojos extasiados y <strong>de</strong> que el Señor enjugara las<br />
lágrimas <strong>de</strong> su servidor fiel y cumplidor...<br />
Pero vuelvo a mi jornada <strong>de</strong>l domingo. Aquella alegre jornada, que pasaba<br />
con tanta rapi<strong>de</strong>z, tenía también su fuerte tinte <strong>de</strong> melancolía. Recuerdo<br />
que mi felicidad era total hasta Completas. Durante esta Hora <strong>de</strong>l Oficio,<br />
me ponía a pensar que el día <strong>de</strong> <strong>de</strong>scanso se iba a terminar, que al día<br />
siguiente había que volver a empezar la vida normal, a trabajar, a estudiar<br />
las lecciones, y mi corazón sentía el peso <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stierro <strong>de</strong> la tierra... y<br />
suspiraba por el <strong>de</strong>scanso eterno <strong>de</strong>l cielo, por el domingo sin ocaso <strong>de</strong> la<br />
patria...<br />
Hasta los paseos que dábamos antes <strong>de</strong> volver a los Buisson<strong>net</strong>s <strong>de</strong>jaban<br />
en mi <strong>alma</strong> <strong>un</strong> sentimiento <strong>de</strong> tristeza. En ellos la familia ya no estaba<br />
completa, pues papá, por dar gusto a mi tío, le <strong>de</strong>jaba a María o a Paulina<br />
la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> los domingos. [18rº] Sólo me sentía realmente contenta cuando<br />
me quedaba yo también. Prefería eso a que me invitasen a mí sola, pues<br />
así se fijaban menos en mí.<br />
Mi mayor placer era oír hablar a mi tío, pero no me gustaba que me hiciese<br />
preg<strong>un</strong>tas, y sentía mucho miedo cuando me ponía sobre <strong>un</strong>a <strong>de</strong> sus<br />
rodillas y cantaba con voz <strong>de</strong> trueno la canción <strong>de</strong> Barba Azul...<br />
Cuando papá venía a buscarnos, me ponía muy contenta. Al volver a casa,<br />
iba mirando las estrellas, que titilaban dulcemente, y esa visión me<br />
fascinaba... Había, sobre todo, <strong>un</strong> grupo <strong>de</strong> perlas <strong>de</strong> oro en las que me<br />
fijaba muy gozosa, pues me parecía que tenían forma <strong>de</strong> T (poco más o<br />
menos esta forma ). Se lo enseñaba a papá, diciéndole que mi nombre<br />
estaba escrito en el cielo, y luego, no queriendo ver ya cosa alg<strong>un</strong>a <strong>de</strong> esta<br />
tierra miserable, le pedía que me guiase él. Y entonces, sin mirar dón<strong>de</strong><br />
ponía los pies, levantaba bien alta la cabeza y caminaba sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />
contemplar el cielo estrellado...<br />
¿Y qué <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> las veladas <strong>de</strong> invierno, sobre todo <strong>de</strong> las <strong>de</strong> los<br />
domingos? ¡Cómo me gustaba sentarme con Celina, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la partida<br />
<strong>de</strong> damas, en el regazo <strong>de</strong> papá...! Con su hermosa voz, cantaba tonadas