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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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Rogué también a san José que velase por mí. Des<strong>de</strong> mi niñez le tenía <strong>un</strong>a<br />

<strong>de</strong>voción que se conf<strong>un</strong>día con mi amor a la Santísima Virgen. Todos los<br />

días le rezaba la oración: «San José, padre y protector <strong>de</strong> las vírgenes».<br />

Con esto, emprendí sin miedo el largo viaje. Iba tan bien protegida, que me<br />

parecía imposible tener miedo.<br />

Después <strong>de</strong> consagrarnos al Sagrado Corazón en la basílica <strong>de</strong><br />

Montmartre, salimos <strong>de</strong> París el l<strong>un</strong>es 7 muy <strong>de</strong> madrugada. No tardamos<br />

en ir conociendo a las <strong>de</strong>más personas <strong>de</strong> la peregrinación. Yo, que era<br />

tan tímida que no solía atreverme casi a hablar, me hallé completamente<br />

libre <strong>de</strong> tan molesto <strong>de</strong>fecto. Con gran sorpresa mía, hablaba libremente<br />

con todas las gran<strong>de</strong>s damas, con los sacerdotes, e incluso con el obispo<br />

<strong>de</strong> Coutances. Como si hubiese vivido siempre en ese m<strong>un</strong>do.<br />

Creo que [57vº] todo el m<strong>un</strong>do nos quería, y a papá se le veía orgulloso <strong>de</strong><br />

sus hijas. Pero si él estaba orgulloso <strong>de</strong> nosotras, nosotras no lo<br />

estábamos menos <strong>de</strong> él, pues en toda la peregrinación no había <strong>un</strong><br />

caballero más apuesto ni distinguido que mi querido rey. Le gustaba verse<br />

acompañado <strong>de</strong> Celina y <strong>de</strong> mí, y muchas veces, cuando no íbamos en<br />

coche y yo me alejaba <strong>de</strong> su lado, me llamaba para que le diese el brazo<br />

como en Lisieux...<br />

El Sr. abate Révérony se fijaba muy atentamente en todo lo que hacíamos.<br />

Con frecuencia le sorprendía mirándonos <strong>de</strong> lejos. En la mesa, cuando yo<br />

no estaba enfrente <strong>de</strong> él, encontraba la manera <strong>de</strong> inclinarse para verme y<br />

para escuchar lo que <strong>de</strong>cía. Quería, sin duda, conocerme para saber si yo<br />

era realmente capaz <strong>de</strong> ser carmelita. Y creo que <strong>de</strong>bió quedar satisfecho<br />

<strong>de</strong>l examen, pues al final <strong>de</strong>l viaje pareció estar bien dispuesto en mi favor.<br />

Pero en Roma estuvo muy lejos <strong>de</strong> serme favorable, como luego diré.<br />

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Suiza<br />

Antes <strong>de</strong> llegar a la ciudad eterna, meta <strong>de</strong> nuestra peregrinación, tuvimos<br />

ocasión <strong>de</strong> contemplar muchas maravillas. Primero fue Suiza, con sus<br />

montañas cuyas cimas se pier<strong>de</strong>n entre las nubes, y sus impetuosas<br />

cascadas <strong>de</strong>speñándose <strong>de</strong> mil diferentes maneras, y sus prof<strong>un</strong>dos valles<br />

plagados <strong>de</strong> helechos gigantes y <strong>de</strong> brezos rosados.<br />

¡Cuánto bien, Madre querida, hicieron a mi <strong>alma</strong> todas aquellas maravillas<br />

<strong>de</strong> la naturaleza <strong>de</strong>rramadas con tanta profusión! ¡Cómo la hicieron<br />

elevarse hacia Quien quiso sembrar <strong>de</strong> tanta obra maestra esta tierra

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