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manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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Sí, seguíamos muy ligeras las huellas <strong>de</strong> Jesús. Las centellas <strong>de</strong> amor que<br />

él sembraba a manos llenas en nuestras <strong>alma</strong>s y el vino fuerte y <strong>de</strong>licioso<br />

que nos daba a beber hacían <strong>de</strong>saparecer <strong>de</strong> nuestra vista las cosas<br />

pasajeras, y <strong>de</strong> nuestros labios brotaban emisiones <strong>de</strong> amor inspiradas por<br />

él.<br />

¡Qué dulces eran las conversaciones que todas las noches teníamos en el<br />

mirador! Con la mirada h<strong>un</strong>dida en la lejanía, contemplábamos la blanca<br />

l<strong>un</strong>a que se elevaba lentamente por <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los altos árboles... y los<br />

reflejos plateados que <strong>de</strong>rramaba sobre la naturaleza dormida, las<br />

brillantes estrellas que titilaban en el azul prof<strong>un</strong>do..., el soplo ligero <strong>de</strong> la<br />

brisa nocturna que hacía flotar las nubes <strong>de</strong> nieve. Y todo elevaba<br />

nuestras <strong>alma</strong>s hacia el cielo, <strong>de</strong>l que no contemplábamos todavía más<br />

que «el límpido reverso»...<br />

No sé si me equivoco, pero creo que la expansión <strong>de</strong> nuestras <strong>alma</strong>s se<br />

parecía a la <strong>de</strong> santa Mónica y su hijo, cuando en el puerto <strong>de</strong> Ostia caían<br />

los dos sumidos en éxtasis a la vista <strong>de</strong> las maravillas <strong>de</strong>l creador...<br />

Me parece que recibíamos gracias <strong>de</strong> <strong>un</strong> or<strong>de</strong>n tan elevado como las<br />

concedidas a los gran<strong>de</strong>s santos. Como dice la Imitación, a veces Dios se<br />

com<strong>un</strong>ica en medio <strong>de</strong> <strong>un</strong> fuerte resplandor, a veces «tenuemente velado,<br />

bajo sombras y figuras». De esta manera se dignaba manifestarse a<br />

nuestras <strong>alma</strong>, ¡pero qué fino y transparente era el velo que ocultaba a<br />

Jesús <strong>de</strong> nuestras miradas...! No había lugar para la duda, ya no eran<br />

necesarias la fe ni la esperanza: el amor nos hacía encontrar en la tierra al<br />

que buscábamos. «Al encontrarlo solo en la calle, nos besó, para que en<br />

a<strong>de</strong>lante nadie pudiera <strong>de</strong>spreciarnos».<br />

Gracias tan gran<strong>de</strong>s no podían quedar sin frutos, y éstos fueron<br />

ab<strong>un</strong>dantes. La práctica <strong>de</strong> la virtud se nos hizo dulce y natural. Al<br />

principio, mi rostro <strong>de</strong>lataba muchas veces el combate, pero poco a poco<br />

esa impresión fue <strong>de</strong>sapareciendo y la ren<strong>un</strong>cia se me hizo fácil, incluso<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento. Ya lo dijo Jesús: «Al [48vº] que tiene se le dará,<br />

y tendrá <strong>de</strong> sobra». Por <strong>un</strong>a gracia acogida con fi<strong>de</strong>lidad, me otorgaba<br />

cantidad <strong>de</strong> gracias nuevas...<br />

Se entregaba a mí en la sagrada com<strong>un</strong>ión con mucha más frecuencia <strong>de</strong><br />

la que yo me hubiera atrevido a esperar. Yo tenía como norma <strong>de</strong><br />

conducta comulgar todas las veces que el confesor me lo permitiera, sin<br />

fallar <strong>un</strong>a sola vez, pero <strong>de</strong>jando que fuese él quien <strong>de</strong>cidiese cuántas, sin<br />

pedírselo n<strong>un</strong>ca yo. En esa época no tenía la audacia que ahora tengo; <strong>de</strong><br />

haberla tenido, hubiera actuado <strong>de</strong> distinta manera, pues estoy convencida<br />

<strong>de</strong> que <strong>un</strong> <strong>alma</strong> <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cir a su confesor el <strong>de</strong>seo que siente <strong>de</strong> recibir a

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