manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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El mismo año en que fui recibida como hija <strong>de</strong> la Santísima Virgen, ésta<br />
me arrebató a mi querida María, el único sostén <strong>de</strong> mi <strong>alma</strong>... María era<br />
quien me guiaba, quien me consolaba, quien me ayudaba a practicar la<br />
virtud, ella era mi único oráculo. Es cierto que Paulina ocupaba <strong>un</strong> lugar<br />
privilegiado en mi corazón, pero Paulina estaba lejos, muy lejos <strong>de</strong> mí...<br />
Me había costado <strong>un</strong> verda<strong>de</strong>ro martirio acostumbrarme a vivir sin ella, a<br />
ver interpuestos entre ella y yo <strong>un</strong>os muros infran-[41vº]queables, pero al<br />
fin había acabado por aceptar la triste realidad: había perdido a Paulina,<br />
casi como si se hubiera muerto. Ella me seguía queriendo, sí, y rezaba por<br />
mí; pero a mis ojos, mi Paulina querida se había convertido en <strong>un</strong>a santa<br />
que ya no sabía <strong>de</strong> las cosas <strong>de</strong> la tierra, y las miserias <strong>de</strong> su pobre<br />
Teresa, si las conociera, le extrañarían y la llevarían a no quererla tanto...<br />
A<strong>de</strong>más, a<strong>un</strong>que hubiera querido confiarle mis secretos, como en los<br />
Buisson<strong>net</strong>s, no hubiera podido hacerlo, pues las visitas en el locutorio<br />
eran sólo para María. Celina y yo no teníamos permiso para entrar más<br />
que al final, y justo el tiempo para que se nos oprimiese el corazón...<br />
Por eso, no tenía en realidad más que a María, que me era, por así <strong>de</strong>cirlo,<br />
indispensable. Sólo a ella le contaba mis escrúpulos; y la obe<strong>de</strong>cía tan<br />
ciegamente, que mi confesor n<strong>un</strong>ca llegó a conocer mi vergonzosa<br />
enfermedad: yo sólo le <strong>de</strong>cía el número <strong>de</strong> pecados que María me permitía<br />
confesar, ni <strong>un</strong>o mas. Así que podría haber pasado por el <strong>alma</strong> menos<br />
escrupulosa <strong>de</strong>l m<strong>un</strong>do, a pesar <strong>de</strong> serlo en sumo grado.<br />
María sabía, pues, todo lo que pasaba en mi <strong>alma</strong> y conocía también mis<br />
<strong>de</strong>seos <strong>de</strong>l Carmelo; y yo la quería tanto, que no podía vivir sin ella. Todos<br />
los años, nuestra tía nos invitaba a ir, turnándonos, a su casa <strong>de</strong> Trouville.<br />
A mí me gustaba mucho ir, pero con María; cuando no la tenía a mi lado,<br />
me aburría mucho.<br />
Una vez, sin embargo, me lo pasé bien en Trouville. Fue el año en que<br />
papá realizó el viaje a Constantinopla. Para distraernos <strong>un</strong> poco (pues<br />
estábamos muy tristes porque papá estaba tan lejos), María nos mandó a<br />
Celina y a mí a pasar quince días en la playa. Yo me divertí mucho, porque<br />
tenía conmigo a Celina. Nuestra tía nos daba todos los gustos posibles:<br />
paseos en burro, pesca <strong>de</strong> agujas, etc.<br />
Yo era todavía muy niña [42rº], a pesar <strong>de</strong> mis doce años y medio. Me<br />
acuerdo <strong>de</strong> la alegría que sentí cuando me puse las preciosas cintas<br />
azules que mi tía me regaló para el pelo; y también me acuerdo que me<br />
confesé en Trouville <strong>de</strong> esa complacencia infantil, que me parecía<br />
pecado...