manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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encontrarme con el recuerdo <strong>de</strong> <strong>un</strong>as alegrías tan intensas que el <strong>alma</strong> es<br />
<strong>de</strong>masiado pequeña para contenerlas.<br />
Hacía muchos años que no saboreaba esta clase <strong>de</strong> felicidad. Sentía que,<br />
en ese aspecto, mi <strong>alma</strong> estaba sin estrenar. Era como si alguien hubiese<br />
pulsado por primera vez en ella <strong>un</strong>as cuerdas musicales hasta entonces<br />
olvidadas.<br />
Sabía las obligaciones que asumía, así que puse manos a la obra,<br />
tratando <strong>de</strong> redoblar mi fervor. Tengo que confesar que al principio no<br />
conté con ningún consuelo que estimulara mi celo. Mi hermanito, tras<br />
escribir <strong>un</strong>a carta preciosa, muy emotiva y llena <strong>de</strong> nobles sentimientos,<br />
para darle las gracias a la madre Inés <strong>de</strong> Jesús, no dio más señales <strong>de</strong><br />
vida hasta el mes <strong>de</strong> julio siguiente, excepto <strong>un</strong>a tarjeta que envió en el<br />
mes <strong>de</strong> noviembre para <strong>de</strong>cirnos que se incorporaba al servicio militar.<br />
Dios le reservaba a usted, Madre querida, la consumación <strong>de</strong> la obra<br />
comenzada. Es muy cierto que a los misioneros po<strong>de</strong>mos ayudarlos por<br />
medio <strong>de</strong> la oración y el sacrificio. Pero a veces, cuando Jesús quiere <strong>un</strong>ir<br />
dos <strong>alma</strong>s para su gloria, permite que <strong>de</strong> tanto en tanto puedan<br />
com<strong>un</strong>icarse sus pensamientos y animarse así mutuamente a amar más a<br />
Dios.<br />
Pero para ello se requiere la vol<strong>un</strong>tad expresa <strong>de</strong> la autoridad, pues me<br />
parece que <strong>de</strong> lo contrario esa correspon<strong>de</strong>ncia haría más mal que bien, si<br />
no al misionero, sí al menos a la carmelita, llamada <strong>de</strong> continuo por su<br />
género <strong>de</strong> vida [32vº] a vivir replegada sobre sí misma. Y entonces esa<br />
correspon<strong>de</strong>ncia (incluso esporádica) pedida por ella, en vez <strong>de</strong> <strong>un</strong>irla a<br />
Dios, ocuparía su espíritu; imaginándose el oro y el moro, no haría otra<br />
cosa que buscarse, bajo color <strong>de</strong> celo, <strong>un</strong>a distracción inútil.<br />
A mi modo <strong>de</strong> ver, ocurre con esto como con todo lo <strong>de</strong>más. Creo que,<br />
para que mis cartas hagan provecho, he <strong>de</strong> escribirlas por obediencia y<br />
experimentar, al escribirlas, más repugnancia que placer.<br />
De la misma manera, cuando hablo con <strong>un</strong>a novicia, procuro hacerlo<br />
mortificándome y evito hacerle preg<strong>un</strong>tas que puedan satisfacer mi<br />
curiosidad. Si ella empieza a hablar <strong>de</strong> <strong>un</strong>a cosa interesante y luego, sin<br />
terminar la primera, pasa a otra que me aburre, me guardo muy bien <strong>de</strong><br />
recordarle el tema que ha <strong>de</strong>jado a <strong>un</strong> lado, pues creo que no se pue<strong>de</strong><br />
hacer bien alg<strong>un</strong>o cuando <strong>un</strong>o se busca a sí mismo.<br />
Madre querida, veo que n<strong>un</strong>ca me corregiré. Una vez más, con mis<br />
disertaciones, me he ido muy lejos <strong>de</strong>l tema que estaba tratando. Le ruego