manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net
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Por la noche, mi <strong>alma</strong>, observando las nubes que encapotaban su cielo, se<br />
repitió a sí misma que aquellos hermosos sueños no estaban hechos para<br />
ella, y se durmió bajo el vendaval...<br />
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La Venerable Ana <strong>de</strong> Jesús<br />
El día siguiente era el 10 <strong>de</strong> mayo, seg<strong>un</strong>do domingo <strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> María,<br />
quizás aniversario <strong>de</strong> aquel día en que la Santísima Virgen se dignó<br />
sonreírle a su florecita...<br />
A las primeras luces <strong>de</strong>l alba, me encontraba (en sueños) en <strong>un</strong>a especie<br />
<strong>de</strong> galería. Había en ella varias personas más, pero alejadas. Sólo nuestra<br />
Madre estaba a mi lado.<br />
De pronto, sin saber cómo habían entrado, vi a tres carmelitas, vestidas<br />
con capas blancas y con los gran<strong>de</strong>s velos echados. Me pareció que<br />
venían por nuestra Madre, pero lo que entendí claramente fue que venían<br />
<strong>de</strong>l cielo.<br />
Yo exclamé en lo hondo <strong>de</strong>l corazón: ¡Cómo me gustaría ver el rostro <strong>de</strong><br />
<strong>un</strong>a <strong>de</strong> esas carmelitas! Y entonces la más alta <strong>de</strong> las santas, como si<br />
hubiese oído mi oración, avanzó hacia mí. Al instante caí <strong>de</strong> rodillas.<br />
Y, ¡oh, felicidad!, la carmelita se quitó el velo, o, mejor dicho, lo alzó y me<br />
cubrió con él. Sin la menor vacilación, reconocí a la Venerable Ana <strong>de</strong><br />
Jesús, la f<strong>un</strong>dadora <strong>de</strong>l Carmelo en Francia.<br />
Su rostro era hermoso, <strong>de</strong> <strong>un</strong>a hermosura inmaterial. No <strong>de</strong>sprendía<br />
ningún resplandor; y sin embargo, a pesar <strong>de</strong>l velo que nos cubría a las<br />
dos, yo veía aquel rostro celestial iluminado con <strong>un</strong>a luz inefablemente<br />
suave, luz que el rostro no recibía sino que él mismo producía...<br />
Me sería imposible <strong>de</strong>cir la alegría <strong>de</strong> mi <strong>alma</strong>; estas cosas se sienten,<br />
pero no se pue<strong>de</strong>n expresar... Varios meses han pasado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este dulce<br />
sueño; pero el recuerdo que <strong>de</strong>jó en mi <strong>alma</strong> no ha perdido nada <strong>de</strong> su<br />
frescor ni <strong>de</strong> su encanto celestial... Aún me parece estar viendo la mirada y<br />
la sonrisa llenas <strong>de</strong> amor <strong>de</strong> la Venerable Madre. Aún creo sentir las<br />
caricias <strong>de</strong> que me colmó ...<br />
... Al verme tan tiernamente amada, me atreví a pron<strong>un</strong>ciar estas palabras:<br />
«Madre, te lo ruego, dime si Dios me <strong>de</strong>jará todavía mucho tiempo en la<br />
tierra... ¿Vendrá pronto a buscarme...?» Sonriendo con ternura, la santa<br />
murmuró: «Sí, pronto, pronto... Te lo prometo». «Madre, añadí, dime