manuscritos autobiográficos (historia de un alma) - Catholic.net

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La mesa de los pecadores La vocación misionera La caridad CAPÍTULO XI LOS QUE USTED ME DIO Novicias y hermanos espirituales Instrumentos de Dios El pincelito Poder de la oración y el sacrificio Sor San Pedro Los misioneros Atráeme, y correremos ------------------------------------------------------------------------
MANUSCRITO DEDICADO A LA REVERENDA MADRE INÉS DE JESÚS Manuscrito «A» ------------------------------------------------------------------------ CAPÍTULO I ALENÇON (1873 - 1877) [2rº] J.M.J.T. Jesús Enero de 1895 Historia primaveral de una Florecita blanca, escrita por ella misma y dedicada a la Reverenda Madre Inés de Jesús. ------------------------------------------------------------------------ El cántico de las Misericordias del Señor A ti, Madre querida, a ti que eres doblemente mi madre, quiero confiar la historia de mi alma... El día que me pediste que lo hiciera, pensé que eso disiparía mi corazón al ocuparlo de sí mismo; pero después Jesús me hizo comprender que, obedeciendo con total sencillez, le agradaría. Además, sólo pretendo una cosa: comenzar a cantar lo que un día repetiré por toda la eternidad: «¡¡¡Las misericordias del Señor !!!»... Antes de coger la pluma, me he arrodillado ante la imagen de María (la que tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de la Reina del cielo por nuestra familia), y le he pedido que guíe ella mi mano para que no escriba ni una línea que no sea de su agrado. Luego, abriendo el Evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras: «Subió Jesús a una montaña y fue llamando a los que él quiso, y se fueron con él» (San Marcos, cap. II, v. 13). He ahí el misterio de mi vocación, de mi vida entera, y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jesús ha querido dispensar a mi alma... El no llama a los que son dignos, sino a los que él quiere, o, como dice san Pablo: «Tendré misericordia de quien quiera y me apiadaré de quien me plazca. No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana, sino de Dios que es misericordioso» (Cta. a los Romanos, cap. IX, v. 15 y 16).
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gran número de cruces. Y me sentí
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contento de mí (excepto cuando llo
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¡Cómo me gustaría saber explicar
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El mismo año en que fui recibida c
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colocada una gran jaula en la que h
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Cuando María entró en el Carmelo,
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Pero Jesús, que quería hacerme ve
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el periódico «La Croix». Lo abr
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Esa lectura fue también una de las
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su Dios. El no baja del cielo un d
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Sin embargo, podría haberse quejad
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Una vez obtenido el consentimiento
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ajo «un hermoso cielo en el que la
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Viendo de cerca a estas almas inoce
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Por fin pude respirar tranquila en
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estaba muy contento de que hiciese
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Comprendí que la verdadera grandez
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Rogué también a san José que vel
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La primera ciudad de Italia que vis
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Muchos son los detalles interesante
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Al ver pasar a un obrero con una es
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Audiencia con León XIII Seis días
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«¡Santísimo Padre, en honor de v
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todos los obstáculos, se realizó
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Después de visitar los lugares imp
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carmelitas, no me conformé con seg
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eja, vi un precioso Niño Jesús qu
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querida Leonia, que había vuelto d
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Hice, no obstante, una confesión g
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Sí, yo quería que «mi rostro»,
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Al terminar mi año de noviciado, n
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debajo de los pies... Es cierto que
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-«Usted, Madre, no irá al purgato
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Me imagino a mi alma como un terren
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El 29 de julio del año pasado, cua
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¡Qué dulce es, Madre querida, el
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Madre mía querida, tú que me perm
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CARTA A SOR MARÍA DEL SAGRADO CORA
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Hermana querida, ¡dichosas nosotra
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también si Dios no me pide tal vez
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Jesús mío, ¿y tú qué responder
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me hagáis adquirir, pero dignaos e
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El pajarillo ¡Oh, Jesús, mi prime
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Jesús, déjame que te diga, en el
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Perdóneme, Madre, mi sencillez inf
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Y entonces fui, adivinando que hab
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Primeras hemoptisis El año pasado,
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Veo, Madre, que todo esto que le di
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fue otra clase de sufrimiento, muy
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hace ver a Jesús que vive en su al
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Madre querida. Así que pensé que
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cogerme las llaves; pero yo era dem
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quejarme si me quitan algo que no m
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propietaria, que no reclama nada pe
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Cuando, a los 15 años, tuve la dic
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Madre querida, le he recordado el p
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que la enfermedad; sin embargo, cua
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Pero rezar yo sola el rosario (me d
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alimentarme de las migajas que caen
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enfermeras tenían en aquel entonce
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En cuanto llegaba esa hermana, se p
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encontrarme con el recuerdo de unas
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En el fondo, Madre, yo pensaba igua
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El amor llama al amor. Por eso, Jes
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Lo que Arquímedes no pudo lograr,
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