El lápiz <strong>de</strong> EsculapioEl reparador <strong>de</strong> palabrasJuan Manuel Igea *Julián Casajús nació en el número 2 <strong>de</strong> la calle principal<strong>de</strong>l pequeño pueblo segoviano <strong>de</strong> Trescasas el 13 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong>1933. Esta coinci<strong>de</strong>ncia natalicia <strong>de</strong> números primos <strong>de</strong>bió<strong>de</strong>terminar o profetizar <strong>de</strong> algún modo el <strong>de</strong>stino <strong>de</strong> Julián,que se vio ben<strong>de</strong>cido sin preten<strong>de</strong>rlo por una capacidad notable<strong>de</strong> cavilar en términos numéricos y analíticos.Su primera palabra fue más, que pronunció tímidamente laprimera vez que su madre le dio a probar chocolate; a más lesiguieron en pocos días menos e igual. Tras varias semanas sinsalir <strong>de</strong> su boca palabras nuevas, el pequeño Julián empezó unbuen día, sin instrucción alguna, a contar en voz alta diversosobjetos hasta el 10, y al poco tiempo, hasta el 100. Aparte <strong>de</strong>números y operadores matemáticos, el pequeño segoviano nonombró a ninguna persona, animal o cosa hasta los tres añosbien cumplidos, y a partir <strong>de</strong> entonces nunca se mostró pródigoen palabras referidas a naturalezas no cuantificables.Durante estos primeros años <strong>de</strong> su vida Julián dio yamuestras <strong>de</strong>l hombre que sería: flaco, <strong>de</strong> ojos oscuros y vivos,tímido, callado, ensimismado e indiferente a los <strong>de</strong>más.Aprendió también solo a escribir los números, y era frecuenteverle garabatearlos en papeles viejos que luego guardaba conprimor en una pequeña caja <strong>de</strong> galletas. Sus padres, cencerreroshumil<strong>de</strong>s y sensatos, no entendieron a ese único hijotan insólito y ajeno a su mundo <strong>de</strong> chapas <strong>de</strong> hierro y badajos,pero apreciaron su precoz capacidad para hacer cuentas ycalcular más rápido que nadie el precio <strong>de</strong> los cencerros quevendían a los pastores. Por eso le <strong>de</strong>jaron hacer a su maneray en su ensimismamiento, y con ello le regalaron una primerainfancia feliz.A los cinco años entró en el colegio <strong>de</strong>l pueblo y su felicidadsufrió el primer contratiempo. Julián se vio forzado aconvivir con los otros niños, que, ante su excepcionalidad,respondieron con incomprensión y burlas, lo que melló su pazinfantil. Por fortuna, las matemáticas constituían una asignaturaimportante, y la clase <strong>de</strong> hora y media diaria que el colegioles <strong>de</strong>dicaba arrancó <strong>de</strong> raíz el dolor <strong>de</strong> esa convivenciaforzada en el pequeño Julián. Des<strong>de</strong> las primeras clases comprobósatisfecho lo obvio que para él era lo que a los <strong>de</strong>másresultaba difícil y a veces incompresible. La percepción clara<strong>de</strong> esta diferencia entre él y el resto <strong>de</strong> los niños imprimió ensu alma joven una i<strong>de</strong>a que le acompañaría mucho tiempo, la<strong>de</strong> ser distinto y muy superior a los <strong>de</strong>más. Aquella revelaciónle hizo sentirse fuerte, y no volvió a dar valor a lo que los <strong>de</strong>másseres, claramente inferiores, pudieran pensar <strong>de</strong> él.Cuando acabó el colegio a los 14 años, Julián, tuteladopor la maestra <strong>de</strong> aquel colegio, se convirtió en un matemáticonotable. Tenía conocimientos avanzados <strong>de</strong> álgebra, geometría,topología, teoría <strong>de</strong> las probabilida<strong>de</strong>s y ecuacionesdiferenciales, entre otras, pero lo que más le atrajo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> losprimeros momentos fue la teoría <strong>de</strong> los números. Aunque Juliánnunca buscó emplear su mente en asuntos prácticos, sinoque siguió un impulso interno e irrefrenable que le llevó alas matemáticas, advirtió enseguida que los números eran ellenguaje <strong>de</strong> la naturaleza, y que conocer su esencia le llevaríaa compren<strong>de</strong>r el mundo. Y Julián se sentía pre<strong>de</strong>stinado a talempresa.Pero la realidad inmediata y prosaica se impuso a su ansia<strong>de</strong> conocimientos matemáticos. En su pequeño hogar <strong>de</strong> Trescasasno había dinero para ir a la capital a seguir estudiando,y Julián tuvo que buscar un sustento, que halló finalmenteejerciendo <strong>de</strong> chico <strong>de</strong> los recados en una resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ancianosregentada por religiosas. Aquello resultó en realidad unabendición para Julián. La <strong>de</strong>dicación respetuosa e infatigable<strong>de</strong> las religiosas, la inocencia senil <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los resi<strong>de</strong>ntes,la tranquilidad <strong>de</strong>l lugar y su pequeña y acogedorabiblioteca convirtieron aquella resi<strong>de</strong>ncia en un paraíso paraJulián, don<strong>de</strong> pasaría ya el resto <strong>de</strong> su vida alejado <strong>de</strong>l mundocon tiempo y ocasión para hacer aquello para lo que se sentíapre<strong>de</strong>stinado.En sus primeros años en la resi<strong>de</strong>ncia su actividad matemáticafue febril. Todos los momentos libres los <strong>de</strong>dicaba alestudio <strong>de</strong> las ciencias exactas, en especial <strong>de</strong> los números.Trabajó en algunos números fascinantes, poseedores <strong>de</strong> enormessecretos, como el 6174, y en otros cuya relevancia habíallevado a gran<strong>de</strong>s matemáticos a bautizar con letras, como losnúmeros e, Φ y π. Sin embargo, los miles <strong>de</strong> horas empleadosen el estudio concienzudo y escrupuloso <strong>de</strong> todos estos númerosno proporcionaron ningún resultado.Pero Julián era un segoviano terco e inmune al <strong>de</strong>sánimo.Pensó entonces que lo más acertado sería estudiar los verda<strong>de</strong>rosátomos <strong>de</strong> los números, los números que dan lugar atodos los <strong>de</strong>más, los llamados números primos. Fue en aquelmomento cuando cobró más fuerza la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> pre<strong>de</strong>stinaciónque Julián tenía <strong>de</strong> sí mismo, al caer por primera vez en la cuenta<strong>de</strong> que su nacimiento estaba regido por estos números.Durante los siguientes años le faltaban horas en el día paradiseccionar con su mente analítica aquellas series infinitas <strong>de</strong>números primos. ¿Por qué hay tan pocos números simétricosentre la serie infinita <strong>de</strong> números primos? ¿Por qué todos losnúmeros son impares excepto el 2? Todas estas cuestiones yotras muchas absorbieron la energía y la mente <strong>de</strong> Julián, querellenaba cientos <strong>de</strong> cuartillas con una caligrafía milimetristaque solo él podía <strong>de</strong>scifrar. A veces, en medio <strong>de</strong> la noche, se<strong>de</strong>spertaba creyendo haber hallado en sueños la solución aun problema matemático, pero siempre se trataba <strong>de</strong> un meroespejismo onírico.A los 49 años, Julián Casajús era un hombre avejentado,pálido, amojamado y exhausto que parecía estar siempre enla luna. Su único contacto humano era con aquellas monjitas<strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia, que le mimaban como a un niño <strong>de</strong>sorien-* Alergólogo y traductor médico, Clínica Alergoasma, Salamanca (España).122 <strong>Panace@</strong>. Vol. XII, n. o 33. P rimer semestre, 2011
El lápiz <strong>de</strong> Esculapiotado, los ancianos que le saludaban al pasar como parte <strong>de</strong>su paisaje y su madre viuda, a la que visitaba los días <strong>de</strong> lasfiestas en Trescasas. Su posición <strong>de</strong> elegido, su pre<strong>de</strong>stinaciónal estudio <strong>de</strong> los números y su prodigiosa mente superior solole habían hecho prosperar <strong>de</strong> chico <strong>de</strong> los recados a portero <strong>de</strong>resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ancianos. No había sido capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir nada<strong>de</strong> ese vasto mundo <strong>de</strong> números, operadores y ecuaciones. Losnúmeros primos, su pasión matemática, seguían encerrandolos mismos secretos que antes. La complejidad <strong>de</strong> los asuntossuperaba con creces su capacidad para analizarlos. Y mientrastanto, el resto <strong>de</strong>l mundo, formado por seres menos capacitadosy más simples, parecía disfrutar, feliz y vital, indiferente asu ignorancia. Sus fuerzas se <strong>de</strong>bilitaban, su cuerpo envejecíay su mente se embotaba cada día más.Julián entró, al llegar a la dura frontera <strong>de</strong> los 50 años,en una apatía que extendió su <strong>de</strong>sinterés por el mundo engeneral al <strong>de</strong> las matemáticas en particular. Solo trabajaba,comía, dormía y se ponía frente al televisor a mirar con <strong>de</strong>sinterésun mundo ajeno que consi<strong>de</strong>raba necio y llamativamenteignorante <strong>de</strong> su sin-importancia. Durante cinco añosno volvió a escribir un solo número y evitaba hacer la mássimple suma.La vida <strong>de</strong> Julián transcurrió así durante más <strong>de</strong> cincoaños, hasta que los números primos volvieron a gastarle unapesada broma. El día 19 <strong>de</strong> febrero <strong>de</strong> 1987, Julián dormitabasentado en su portería <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ancianos cuando sele acercó corriendo una alborotada niña <strong>de</strong> unos ocho añosque escapaba <strong>de</strong> un grupo <strong>de</strong> visitantes. Con brusquedad yatropello le preguntó en un tono musical <strong>de</strong>scarado: «¿A queno pue<strong>de</strong>s reconocer ninguna palabra que se lea igual <strong>de</strong>l <strong>de</strong>rechoque <strong>de</strong>l revés?». El renegado matemático la miró con<strong>de</strong>sdén y le contestó malhumorado: «No existe ninguna palabraasí, niña. Solo los números poseen esas característicaspropias <strong>de</strong> los entes armónicos y elevados», y en ese instantevolvieron a su mente sus viejos y olvidados números y aquelpuñado <strong>de</strong> números primos simétricos cuyas leyes no pudo<strong>de</strong>scifrar. «Pues reconocer, tonto, te lo acabo <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir», respondióla niña triunfal, y corrió rauda sin esperar respuesta.«Reconocer —repitió varias veces, incrédulo, en su cabeza—.¡Qué tontería! re-co-no-cer y rec-on-oc-er... Por san Juan y sanPedro ¡Es cierto!». Aquel sencillo conocimiento <strong>de</strong> la simetría <strong>de</strong>una palabra actuó como un <strong>de</strong>tonador en el viejo y abandonadopolvorín <strong>de</strong> su mente. Julián nunca se había interesado por laspalabras, <strong>de</strong> hecho le costó igual o más que a los <strong>de</strong>más niñosapren<strong>de</strong>r a leer, y eso le llevó a <strong>de</strong>spreciar esa habilidad; jamásse había sentido conmovido por palabra alguna. Siempre habíaconsi<strong>de</strong>rado las palabras como partes sencillas <strong>de</strong> un lenguaje humil<strong>de</strong>que usaba la gente ignorante para enten<strong>de</strong>rse en asuntosdomésticos. Pero esta simetría en reconocer, una palabra <strong>de</strong> nueveletras y cuatro sílabas, revelaba que había algo más en esas partessencillas que a él se le había escapado.Una sed profunda <strong>de</strong> saber <strong>de</strong>spertó <strong>de</strong> nuevo en la cabeza<strong>de</strong> Julián. No tardó mucho en enterarse por la anciana sorTeresa, maestra durante muchos años en las misiones, <strong>de</strong> quehabía muchas palabras simétricas: palíndromos las llamabaella. Esto generalizaba una característica armónica a muchasunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ese lenguaje escrito y hablado al que él nuncahabía prestado atención. Había incluso frases palindrómicas,lo que era asombroso.Un nuevo horizonte se abría ante su mente ansiosa. Estabaclaro que los números eran el lenguaje <strong>de</strong> Dios, inaprensiblepara los hombres, pero las palabras eran el lenguaje <strong>de</strong> loshombres, y Julián tenía la mente a<strong>de</strong>cuada para analizarlo,compren<strong>de</strong>rlo y mejorarlo.Su método <strong>de</strong> trabajo solo podía ser matemático, por loque lo primero que hizo fue comprarse un diccionario y contarpalabras, clasificarlas por el número <strong>de</strong> letras, el número <strong>de</strong>consonantes, el número <strong>de</strong> vocales, la simetría, las repeticionesinternas, la acentuación, la altura <strong>de</strong> las letras, los prefijoso sufijos análogos y otros muchos criterios más matemáticosque lingüísticos. También numeró las letras <strong>de</strong>l 1 al 27 y buscórelaciones matemáticas entre ellas y entre las cifras a quedaban lugar las palabras que estas letras numeradas reunían.Buscó fórmulas, elaboró ecuaciones complejas, aplicó inclusomo<strong>de</strong>los matemáticos probabilísticos. Pero nada <strong>de</strong> todoesto dio a Julián la clave sobre el funcionamiento más íntimo<strong>de</strong>l lenguaje. Ningún frío razonamiento conseguía revelarcómo 27 letras podían combinarse al azar en grupos <strong>de</strong> 1, 2 ohasta 22 letras para dar una gama enorme <strong>de</strong> palabras que conseguíanrepresentar, perfilar y matizar hasta límites insospechadosun mundo vasto y complejo. A<strong>de</strong>más, ese conjunto <strong>de</strong>varias <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> palabras cambiaba continuamentea medida que los hombres que se servían <strong>de</strong> ellas aumentabansus conocimientos y mejoraban y pulían los ya existentes. Laprecisión, la flexibilidad, la diversidad y la capacidad <strong>de</strong> autorregeneración<strong>de</strong> este lenguaje <strong>de</strong> las palabras, tan diferente al<strong>de</strong> los números, asombraron al viejo matemático, que al cabo<strong>de</strong> los años empezó a reconocer la enorme belleza <strong>de</strong> estesistema abecedario hasta entonces tan simple para él. Más <strong>de</strong>20 años <strong>de</strong> trabajo, interrumpidos solo por sus <strong>de</strong>beres en laportería <strong>de</strong> la resi<strong>de</strong>ncia, llevaron a Julián a apren<strong>de</strong>r estascualida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las palabras, pero también a aceptar <strong>de</strong> nuevosu incapacidad para encontrar la esencia <strong>de</strong> ese lenguaje. Peroesta vez el resultado <strong>de</strong> ese fracaso fue distinto.El análisis <strong>de</strong> las palabras le había llevado a interesarsepor esas otras personas que utilizaban tal herramienta maravillosapara comunicarse y a conocer la belleza <strong>de</strong> esas personasy <strong>de</strong>l mundo que las ro<strong>de</strong>aba. Aprendió que cada palabra escapaz <strong>de</strong> abrir un mundo <strong>de</strong> conocimientos, no solo sobre los<strong>de</strong>más, sino sobre uno mismo, algo <strong>de</strong> lo que le alejaron suspreciados números. Así, a los 75 años <strong>de</strong> edad y ya como unmiembro más <strong>de</strong> esa resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> ancianos en la que trabajótoda su vida, Julián se aceptó por fin como un hombre más entretodos, con una aptitud especial para enten<strong>de</strong>r los números.Enten<strong>de</strong>rlo tan tar<strong>de</strong> le había hecho per<strong>de</strong>r muchos años <strong>de</strong>disfrute sencillo y vital <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong> ser humano.Des<strong>de</strong> ese reconocimiento <strong>de</strong> su propia sin-importancia ycon la nueva luz que le habían aportado las palabras, Juliánhalló por fin un objetivo factible para su existencia. En suestudio <strong>de</strong> las palabras encontró muchos errores lógicos, loque era previsible en un sistema tan cambiante y creado porpersonas muy diversas al mismo ritmo vital frenético <strong>de</strong> suexistencia. Así que se propuso la tarea <strong>de</strong> enmendarlos y <strong>de</strong>jarasí un hermoso legado.<strong>Panace@</strong>. Vol. XII, n. o 33. Primer semestre, 2011 123
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