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203 Dic - Scherzo

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D O S I E RVEINTE AÑOS DE MÚSICA EN ESPAÑAIndependientemente de los criterios y de la orientación ideológica,ha habido gobiernos que han puesto medios paratrabajar en este campo mientras que otros han sido preocupantementeineficaces. Los cambios que había que acometereran de gran envergadura, porque heredábamos un sistemalegal muy anticuado y había que inventar uno nuevo. Despuésde aquello, el PP hizo un verdadero alarde de pasividady de incompetencia, llegando a aprobar toda una nuevaley que ninguneaba a un importante sector de la enseñanzade la música al no dignarse ni siquiera a mencionarlo.Atrás queda un esfuerzo normativo que dio lugar, porejemplo, a una nueva regulación del Grado Superior deMúsica, es decir, los estudios que hay que cursar para dedicarseprofesionalmente a la interpretación, composición,enseñanza, etc. De nuevo, las críticas son abundantes, perorara vez tienen en cuenta el gran paso dado para que estosestudios dejaran de ser un auténtico esperpento conceptualdentro del sistema educativo general. Los españoles ya notenemos que ir explicando por el mundo esa rareza de quela carrera de piano dura diez años, ni otras lindezas de lasque nos ha librado una decisión política valiente, si bienhoy es fácil decir que era evidente. Sería interesante proponeruna vuelta a cómo era exactamente el plan de estudiosderogado y ver cómo reaccionarían los que tan poco aprecianel actual.Los últimos pasos del PSOE son, por el contrario,decepcionantes, sobre todo cuando se comparan con losque el mismo partido tuvo el valor de dar en circunstanciasmenos favorables que las que hoy vivimos. Al lado deaquellos grandes pasos, alla Arantxa Argüelles, estos noson ni pasitos de chotis. Tal vez las circunstancias permitanhoy menos cambios fulgurantes, pero hemos visto recientementeque la práctica totalidad de los Premios Nacionalesde Música consideraban miope y carente de ambición elplanteamiento gubernamental de la nueva ley de educaciónpara la enseñanza superior de la música.Obligatoria, especial o superiorLa enseñanza de la música se reparte, a grandes rasgos, entres sectores: el de los colegios/institutos, el de las escuelasde música y conservatorios, y el de la enseñanza superioren conservatorios/escuelas superiores y universidades. Entodos ellos los cambios son notables y las mejoras visibles.Sin embargo, al ser un sector sujeto a las disposiciones legales,a los vaivenes políticos o a la distribución territorial decompetencias, pocos de los protagonistas del sector semuestran abiertamente satisfechos. Esa falta de satisfaccióntiene algo de predisposición crónica a la queja, algo quedesde estas páginas hemos querido siempre combatir. Nohay nada más dañino para el sector de las enseñanzas artísticasque las actitudes victimistas basadas en prejuicios yconceptos manoseados. A menudo estas quejas provienende personas, grupos o instituciones que se sirven de ellaspara ocultar problemas propios. Nosotros apostamos por eloptimismo y en este caso es fácil hacerlo, puesto que loscambios y los avances son innegables.En la enseñanza obligatoria hemos vivido una universalizaciónnunca antes imaginada del acceso a la músicacomo asignatura. Se ha sido muy crítico con este sector dela enseñanza obligatoria y a veces simplemente se ha ignoradosu importancia. Sin embargo, cualquiera que tenga unhijo en el colegio sabe que una clase de música bien dadaproporciona a los niños una “normalidad” artística, desdeel punto de vista de sus aptitudes más básicas, difícil desuperar. Podemos decir que gracias a ese paso dado en losaños 80 hoy nos damos cuenta de lo injusto que sería privara los niños españoles de una formación musical básica.El problema de esta enseñanza musical, sin embargo, noqueda resuelto con un número determinado de horas declase. Al igual que ha sucedido con la enseñanza de losidiomas, la música no ha calado como asignatura práctica.<strong>Dic</strong>ho de otra forma, pese a los esfuerzos, no hemosaprendido a preguntar por el metro en inglés ni a entonarAsturias, patria querida. Sobre la enseñanza en general hapesado el enfoque teórico y se ha descuidado preocupantementeel enfoque práctico. De hecho, muchos músicoshoy piensan todavía que lo más importante de una buenaformación musical es aprender a leer partituras, como si laspartituras nos enseñasen a escuchar, a entonar, a desarrollarel gusto, la concentración, el discernimiento o lamemoria musicales. La analogía con el inglés nos vale paradecir que los niños deberían aprender la gramática hablando,no mirando un libro.Las escuelas de música son los centros que han permitidodecir que los españoles podemos ya considerar la músicauna afición normal. Hoy parece increíble, pero hastaque no hubo escuelas de música no existía una fórmulalegalmente contemplada para crear un centro en el que lamayoría de los alumnos estudiase música por el gusto dehacerlo. Es decir, que antes para estudiar por afición habíaque engañar al profesor y decirle que sí, que la niña se loestaba tomando muy en serio y que se iba a aplicar poraquello de que la carrera de música es tan exigente, blabla, bla, etc. Qué alegría poder sonreírnos, y sin embargo,qué agradecidos debemos estar a quienes lo han hechoposible, desde los ministerios, consejerías, diputaciones,ayuntamientos y asociaciones de vecinos hasta los mismísimosalumnos. Dentro de este atractivo panorama, las grandesciudades suspenden. Madrid, por ejemplo, ofrece unacantidad de plazas en escuela de música que sería aceptableen León, pero que en la gran ciudad es insignificante.Ni siquiera existe un plan de crecimiento que asuma ladimensión de esta carencia. Una pena y, por qué no decirlo,un retrato patente de principios políticos visiblementemejorables.131

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