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203 Dic - Scherzo

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D O S I E RVEINTE AÑOS DE MÚSICA EN ESPAÑARECUPERANDO EL PULSOVeinte años de la vida musical de un país suponen un lapso temporal muy significativo; algo más de unageneración, sea cual sea el criterio que sigamos para esta compartimentación obligadamente artificial. En elcaso español, el período 1985-2005 representa, por un lado, la recuperación de un pulso interior y en ciertamedida una presencia internacional como no se conocían desde el despertar cultural de los años treinta; porotro, una extensión geográfica del hecho musical en gran medida nunca antes vivida.Es obvio que este último factor aparece íntimamenteunido a la división territorial del Estado, estructura políticaque ha propiciado la descentralización de la actividadmusical en radical contraposición a la prácticabipolaridad —Madrid, Barcelona— experimentadadurante la dictadura. Pero si hoy casi todas las ComunidadesAutónomas cuentan con una orquesta sinfónicapropia se debe también al corte del nudo gordiano —¿primero el público, primero la oferta?— que supuso elPlan Nacional de Auditorios, que entra de lleno en laépoca considerada y es sujeto de otro artículo de este mismoDosier.INTERPRETACIÓNOrquestas y batutasLÓPEZ COBOSROS MARBÀPÉREZ140PONSENCINARMENALas orquestas sinfónicas se han repartido con extraordinariaceleridad por prácticamente toda la geografía nacional yahora una inmensa mayoría de las Comunidades Autónomascuentan con uno o varios conjuntos sinfónicos que llevanadelante una temporada estable de conciertos. Hay, sinembargo, dolorosas excepciones: así, Castilla La Mancha,Cantabria y La Rioja no cuentan con orquestas propias yAragón debe contentarse con una de cámara, por muchoque ésta —el Grupo Enigma, la orquesta del Auditorio deZaragoza, que dirige Juan José Olives— realice un trabajotan valioso como imaginativo. Tampoco las ciudades autónomasde Ceuta y Melilla poseen orquestas.La floración de las centurias sinfónicas ha producido undoble efecto que globalmente considerado no puede servisto sino como beneficioso: de un lado, ha llevado la músicasinfónica a zonas que antes no eran más que páramosmusicales: Andalucía, que cuenta con cuatro orquestas,aunque la de Córdoba esté sumida en una crisis de la queparece empezar a salir, Asturias, Castilla y León, Extremadurao Murcia. Del otro, hoy ya no es sostenible que lasorquestas de las ciudades más grandes sigan manteniendola primacía artística. En este sentido, las dos orquestas conmás probabilidades para aspirar con garantías a salir airosasen la competencia del escalafón internacional son las Sinfónicasde Galicia y Tenerife.El proceso ha obligado a las formaciones con más historiaa un ejercicio de adaptación, forzado por los efectosprovechosos de la competencia. Han salido reforzadas delmismo la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña, laOrquesta de Valencia, y parece que también finalmente lapropia Orquesta Nacional de España. Otras, en cambio, hanhecho de la inseguridad existencial y los rendimientos irregularespoco menos que un modo de vida, caso, por ejemplo,de la Orquesta de RTVE, cuya desaparición —algo quenadie en su sano juicio debería ni mencionar— ha sido unrumor recurrente en estos veinte años.Obviamente, la vida de las orquestas está fuertementemarcada por las figuras de los directores a su frente. Losmaestros veteranos, como Jesús López Cobos y Antoni RosMarbà, siguen ligados a la actividad musical del país luego deavatares diversos. Por su parte, Rafael Frühbeck se ha situadoen una especie de Olimpo honorario, habiendo reducido considerablementesus actuaciones invitadas tras un accidente.El primero de los anteriormente citados es hoy el directormusical del Teatro Real, lo que simboliza una suerte dereparación histórica por la traumática ruptura con laOrquesta Nacional de España, una quiebra de graves consecuenciasy que supuso el fracaso de toda una política de laAdministración en materia de música desde la restauraciónde la democracia. El segundo desarrolla un proyecto sumamentevalioso con la Filharmonía de Galicia. Dirige precisamenteahora la ONE Josep Pons, uno de los directores mássólidos y mejor preparados de los aparecidos en el períodoque se observa. Su labor, de todo punto ejemplar, a la cabezade la Orquesta Ciudad de Granada le catapultó a la quedebiera ser primera centuria del país y que hoy comienza asalir de un sopor de años.Con pocas dudas, Víctor Pablo Pérez es la otra batuta ensu primera madurez que marca también, por su trabajo conlas Sinfónicas de Galicia y Tenerife, parte de lo más notabledel balance. Otros directores deben ingresar seguidamenteen la nómina, como Juanjo Mena con la Orquesta Sinfónicade Bilbao o Edmon Colomer con la Sinfónica de Baleares,cuya titularidad acaba de abandonar, por la puesta a puntode estos conjuntos.Dos batutas fuertemente ligadas a la música contemporáneahan seguido caminos divergentes. Arturo Tamayo nose ha incorporado a la vida musical española y sólo es posibleescucharle muy de cuando en cuando en colaboracionesconcretas. Por su parte, José Ramón Encinar encabezala admirable revitalización de la Orquesta de la Comunidadde Madrid, cuya programación es una de las más equilibradasy atractivas de todo el paisaje español.Podrían señalarse asimismo algunas hipotéticas personalidadesemergentes: Jesús Amigo (Orquesta de Extremadura),José Miguel Rodilla (Sinfónica de la Región de Murcia o

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