D O S I E RVEINTE AÑOS DE MÚSICA EN ESPAÑATODO Y NADALa industria jazzística española nos emplaza ante una realidad en la que el todo y la nada se reparten lostitulares. Aquí, ya se sabe: o no llegamos o nos pasamos. Así lo demuestra el paso de esta música por las dosúltimas décadas, en las que, tras la bonanza de los ochenta, luego llegó la sequía de principios de los noventa.Hoy, traspasado el umbral del nuevo siglo, el jazz atraviesa uno de los momentos más felices de toda suhistoria, asistiendo al crecimiento de todos los activos que conforman su cadena industrial: discográficas,festivales, productores, programadores, representantes, medios de comunicación, músicos y espectadores.148Al margen de los movimientos del mercado —unoscaprichosos y otros interesados—, esta valoración positivadescubre justos argumentos en la actual madurezcreativa de nuestros jazzistas; su latido artístico hoy suenaorgulloso y sin complejos en todos los escenarios del mundo.No obstante, al jazz español todavía le queda muchocamino por recorrer, ya que sigue siendo una tarea heroicareservada para unos pocos privilegiados. La mayor de lasrazones se antoja evidente: la insensibilidad de las institucionespúblicas para con esta música.Hace tiempo que el jazz dejó de ser una “música norteamericanay de negros”, convirtiéndose en cultura universal.Hoy su eco resuena en cualquier rincón del mundo y nadiepuede apropiarse de su exclusividad. Nuestros políticos nohan entendido este nuevo escenario, por lo que, en elmejor de los casos, siguen destinando sus esfuerzos y ayudaspara músicas autóctonas como el flamenco. Toda iniciativaprivada acostumbra a moverse entre aguas comerciales,por lo que la mayor deuda pendiente que tiene nuestro jazzes, precisamente, la salvaguarda institucional. En este sentido,y tomando como ejemplo el modelo francés, efectivamentequeda mucho camino por recorrer: reconocimientoacadémico en los conservatorios, programa de becas, ventajasfiscales, ayudas a la producción y promoción, apoyo alos carteles con cuotas nacionales, difusión en los mediosde carácter público…Actualmente, este tipo de acciones resultan inconcebibles,pero nadie está reclamando que el panorama cambiede la noche a la mañana; sí es posible, no obstante, la exigenciaa las instituciones públicas de un mínimo compromisopara con el jazz a través de una mejora paulatina detodas estas demandas. Y de una mejora inteligente, bienplanificada. Un ejemplo: el pasado mes de noviembre enMadrid, tras una dolorosa ausencia jazzística de variosmeses, coincidieron a la vez tres festivales: el genérico deMadrid, el de Ciudad Lineal (ligado a una de las juntasmunicipales de la ciudad) y el universitario Jazz San JuanEvangelista. La coexistencia de estos carteles no suponeirregularidad alguna, al contrario, siempre será bienvenida;la anomalía reside en su antes y después, ya que no es normalque la afición jazzística sólo pueda satisfacer su apetitode tarde en tarde y de manera ocasional.JAZZ“El pelotazo” de los ochentaEn la década de los ochenta, el jazz formó parte de buenaparte de las programaciones culturales municipales, gracias auna serie de ayudas económicas promovidas por el Ministeriode Cultura. Sin embargo, aquella iniciativa tuvo comoprincipal argumento el flujo de dinero, ya que el jazz tampocose escapó a lo que popularmente se conoció como “culturadel pelotazo”; muchos de los promotores que vivieronaquella época hoy continúan su actividad con las arcas bienllenas, evidenciando su único y verdadero interés: el negocio.Ahora andan a la gresca con las instituciones lamentandola falta de ayudas, pero su voz pierde todo valor en esosChano Domínguezobjetivos puramente mercantilistas. Evidentemente, el Estadoha de preservar nuestro patrimonio cultural, pero conuna política de subvenciones coherente y sostenida, paraque, como ha sucedido en estas dos últimas décadas, noconvirtamos el pan de hoy en hambre para mañana.En cuanto a los hechos musicales, la evolución artísticade nuestros jazzistas a lo largo de esta década se retrata porsí sola. Hace veinte años, el movimiento de nuestro jazzquedaba reducido casi exclusivamente, a la actividad declubes legendarios como los madrileños Whisky Jazz y, luego,Café Central (el mencionado Club de Música y Jazz SanJuan Evangelista, que ahora cumple 35 años de vida, siempreha sido un caso aparte). Así, sólo unos pocos nombreslograban auparse a festivales líderes como los de Madrid,Barcelona, Vitoria-Gasteiz o Donostia-San Sebastián, casode Tete Montoliú o Pedro Iturralde, o el de jazzistas extranjerosafincados en nuestro país como Jean Luc-Vallet, DaveThomas, Donna Hightower, o Lou Bennet. Las propuestasjazzísticas de aquel tiempo eran un reflejo del modelo norteamericano,con lo que lo mejor aún estaba por llegar.
D O S I E RVEINTE AÑOS DE MÚSICA EN ESPAÑAEste tiempo sirvió para que público y músicos pulsaranen directo todos los perfiles del jazz en su formulación estadounidense,aunque, ya se ha dicho, poco o prácticamentenada se hizo por lo nuestro. No obstante, este proceso deaprendizaje abierto a todos los ciudadanos del jazz españolfue la semilla que más tarde iba a germinar en la siguientedécada; si los ochenta fueron años de adiestramiento, losnoventa fueron la consecuencia artística y natural de todasesas noches de trabajo vividas anteriormente. Sin lugar adudas, la explosión creativa que hoy experimenta nuestrojazz surgió en esta década, ya que nuestros músicos entendieronque el jazz, para tener entidad propia, debía contarseen primera persona. Esta situación fue compartida por elresto de jazzistas europeos, que, antes que nosotros, comprendieronque el jazz se hace universal a partir de un pensamientoy un corazón propios (algunas de estas reflexionesya se recogieron en el número de SCHERZO del pasadomes de diciembre bajo la primera entrega de la serie tituladaLo nuestro).Jazz-flamencoCon la perspectiva que concede el tiempo, hoy parece claroque el gran crecimiento jazzístico en nuestro país tuvocomo principales responsables a artistas como ChanoDomínguez y Jorge Pardo y su llamado jazz-flamenco. Estenuevo lenguaje encontraba justos antecedentes tanto en losapuntes foráneos de popes ilustres como Miles Davis, Coltraneo Chick Corea, como en las aventuras cercanas dePedro Iturralde o Tete Montoliú, pero fueron ellos dos losencargados de dar verdadero sentido a la expresión “jazzflamenco”.La pareja no se limitó a combinar estilos, sinoque construyó un todo estético personal e indivisible, en elque la rumba o la soleá se leían con palabras de jazz, mientrasevocaban la memoria de Ellington o Monk a ritmo debulerías. La cercanía de este nuevo latido jazzístico, al margende sus singularidades técnicas e interpretativas, provocóel apoyo del público a nuestros músicos, repercutiendodirectamente en la industria de nuestro jazz. Así, a discográficasveteranas como Nuevos Medios, Fresh Sound oNuba/Karonte, en este periodo se han sumado otras compañíasy distribuidoras como Satchmo, New Mood Jazz,Xingra, Distrijazz, Errabal/Hotsak, Omix Records, LolaRecords, Énfasis/Índigo, Maui Music o Quadrant Records,recientemente incorporada al mercado.En el caso del saxofonista y flautista madrileño y delpianista gaditano la aventura echaba raíces en sus proyectosanteriores, Dolores y Paco de Lucía, y Decoy e Hixkadix,respectivamente; pero la constatación pública de sus sueñosllegó con la publicación de los discos A mi aire, Las cigarrasson quizá sordas y Veloz hacia su sino (NuevosMedios, 1991, 1992 y 1993), por parte de Pardo, y Chano yHecho a mano (Nuba, 1993 y 1996), por parte de Domínguez.La conexión de ambas inspiraciones quedaría fijada amediados de los noventa en ese álbum compartido y detítulo revelador, 10 de Paco (Nuevos Medios, 1995), y seprolongaría después en los trabajos individuales del pianista(En directo, Imán y Oye cómo viene,) y del saxofonista(2332, Mira y Vientos flamencos, al margen de sus registrosjunto a la pareja Benavent/Di Geraldo y el Trío D’3).La irrupción de este sentimiento jazzístico exclusivo animóy contagió a buena parte de los compañeros de Pardo yDomínguez, que inmediatamente se sumaron a esta intencióncreativa. Ahí están los casos del bajista Carles Benavent(Agüita que corre y Fénix, Nuevos Medios, 1995, 1997); losguitarristas Chema Saiz (Mi carro, SRP Discos, 1997) y ÁngelRubio (Jazzjondo, NMP, 1998); el pianista Pedro Ojesto (Lomejor que tengo, Alía, 1998); la formación Addax de KikePerdomo, Francis Pose y “Roper” (Pa’ mi gitana, FreshSound, 1999); el grupo Amalgama (Encuentro, Nuba 1995)o los bateristas y percusionistas Guillermo McGuill (Los sueñosy el tiempo, El Europeo, 1999) y Tino Di Geraldo (Buleríasy Flamenco lo serás tú, Nuevos Medios, 1994, 1997). Ypara confirmar la buena salud del llamado jazz-flamenco, eltándem Michel Camilo-Tomatito se hacía con un GrammyLatino gracias a su Spain (Lola Records, 2000).El éxito de estas series discográficas se vio reflejado enunas cifras de ventas más que aceptables y en la cada vezmayor presencia de jazzistas españoles en las distintas programacionesde festivales y conciertos. Su efecto sobre elresto de la escena española fue expansivo y concéntrico, ycomo consecuencia de su buen crédito —nunca comoresultado— los distintos sectores de la industria musicaldescubrieron un mar de intereses en el gremio jazzístico,que aprovechó esta receptividad para mostrar todos susnombres y apellidos.Superada la fiebre del jazz-flamenco —que tambiénsupuso un lastre artístico, en la medida en que la mayoríade las direcciones estilísticas sólo apuntaban hacia allí—,nuestros artistas se entregaron por fin a su propia verdadmusical. Nuestro jazz, a finales de los noventa, era un herviderode creatividad desnuda y personal, gracias al cual hoyJorge Pardoasistimos al libre movimiento de las ideas jazzísticas denuestros músicos. De este modo, buena parte de los miembrosde la generación intermedia de nuestro jazz empieza acontar su música con un marcado carácter personal, alcanzandocotas artísticas de gran valía. Aquí surgen nombrescomo el armonicista Antonio Serrano; los saxofonistas PericoSambeat, Josetxo Goia-Aribe y Víctor de Diego; los contrabajistasBaldo Martínez, Gonzalo Tejada y Javier Colina;los guitarristas Joaquín Chacón, Ximo Tébar, Dani Pérez yÁngel Rubio; los pianistas Iñaki Salvador, Alberto Conde yAlbert Bover; o las cantantes Paula Bas, Celia Mur, CarmeCanela o Amelia Bernet.Al tiempo, viejos capitanes como Pedro Iturralde, VladyBas, Lluís Vidal, Joan Albert Amargós, Horacio Icasto, VíctorMerlo, Max Sunyer, Carlos González “Sir Charles” o PedroP. Manzano149