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203 Dic - Scherzo

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ACTUALIDADBARCELONAOBCSTRAUSS EN EL AÑO SHOSTAKOVICHL’Auditori. Temporada de la OBC. 21-X-2005. David Abramovitz, piano. Director: Salvador Brotons. Obras de Debussy,Fauré, Brotons y Shostakovich. 28-X-2005. David Guerrier, trompa. Director: Emmanuel Krivine. Obras de R. Strauss.Pese a que el centenariodel nacimiento de Shostakovichse cumple propiamenteen 2006, laOBC —que ha incluidoobras suyas en cuatro delos 29 programas— haquerido empezar ya lacelebración y lo ha hechocon la primera de sus Sinfonías,obra juvenil que sinembargo no deja de tener sucarga de ironía, mordacidad,intención y enérgico buenhacer. Salvador Brotons, quedirigió de memoria, optó porasegurar el resultado globalde la versión, demandandode la orquesta un alto rendimiento,que obtuvo. Tal vezfaltó un mayor equilibrio enel contraste entre los grandesrasgos y los trazos de amplioBARCELONArecorrido, por un lado, y laatención a los detalles y alos recovecos depositariosde las sutilezas y las cargasde profundidad, por otro.Tanto la Petite Suite deDebussy (en orquestaciónde Henry Büsser) como laFantasía para piano yorquesta, op. 111 de Fauréfueron resueltas a satisfacción.No se acaba de comprendercómo un pianista dela calidad de David Abramovitzpudo elegir una obra tandiscreta, lo que puede justificarque quisiera lucirse despuéscon un bis de Chopin.Finalmente, Virtus, op. 53 deBrotons, que el propio autordirigió con la partitura en elatril, es un movimiento sinfónicopara orquesta que, entorno a las virtudes cardinales,demuestra el oficio, lahabilidad y las dotes deintuitivo instrumentador delcompositor barcelonés.El primero de los dosmonográficos Richard Strauss,bajo la batuta de EmmanuelKrivine, ha servido parademostrar que la OBC havuelto bien pronto a su mejortono, lejos ya el verano, tantoen su conjunto como en susindividualidades, rindiendogenerosamente a tope yluciendo con esplendor todossus solistas. Se trataba nadamenos que de oficiar los poemassinfónicos Don Juan, op.20 y Así habló Zaratustra, op.30, que dentro del buen nivelde las respectivas versiones yaun reconociendo algunosrutilantes buenos momentos,dejó un tanto desazonado aquien esto escribe. ¿La causa?Faltó el reposo necesario paraque todo tuviera más sentidoy fuera aún más hermoso. Elestilo nervioso y gesticulantedel director, saltitos incluidos,no ayudó a ello. Gratísimasorpresa la presentación delexcelente trompa francésDavid Guerrier, 21 años,miembro de la OrquestaNacional de Francia, en elbello Concierto para trompa yorquesta nº 2 en mi bemolmayor, con esplendorosa yvirtuosística parte solista queGuerrier resolvió con asombrosay aparente facilidad.¡Con arte!José Guerrero MartínPalaucentDOHNÁNYI, CON SELLO PROPIOBarcelona. Palau de la Música Catalana. 10-XI-2005. NDR Symphonieorchester Hamburg. Director:Christoph von Dohnányi. Obras de Bartók y Bruckner.18Christoph von Dohnányipropuso, como si fuerapara compensar loescaso de su presencia enBarcelona, un programaimportante. Y de sello personal:por Bartók (Divertimentopara orquesta de cuerda)relacionado con las raícesfamiliares del director, y porBruckner (Séptima Sinfonía),compositor fundamental ensu formación y carrera germánica.Desde luego laorquesta de la NDR disponede flexibilidad más que suficientey Dohnányi de inteligenciay rigor sobradoscomo para recrear en cadamomento dos universossonoros tan alejados. Perosobre el concierto planeóalgo así como el duende deinteresantes contaminaciones,de un universo a otro.El virtuosismo contrapuntístico,la incisiva estructuracamerística, los perfilesangulosos de la escriturabartokiana en el Divertimento,estuvieron, sin duda, enla versión, pero Bartók sonóun poco demasiado pulido;en cierta manera el sonidosalía demasiado pastoso yredondo —es difícil saber sino influyó en ello el hechode que la dotación orquestal,la cuerda, era excesiva, prácticamentela misma que luegoiba a contribuir en la, estasí, enormemente “redonda”sinfonía bruckneriana.Y, en cambio, Brucknersonó con perfiles muyabruptos (y, por eso mismo,muy auténticos). La monumentalidady severidadsonora estuvo plenamenteconseguida —sin concesionesa más grandilocuenciaque la esencial en esos pentagramas—en la versión deDohnányi, quien la encajóen una duración relativamente“breve”, 65 minutos,CHRISTOPH VON DOHNÁNYIuna de las lecturas menosdilatadas que recordamos. Y,no sólo por eso, una versión,con sello propio. Dohnányipuso énfasis en algo muybruckneriano, la sucesiónabrupta de imponentes clímaxsonoros y de pasajes enpiano o pianissimo, deesplendorosas explosionesdel tutti orquestal, coronadascon unos metales rutilantes,y de sencillas cantilenasmelódicas; de las sonoridadesgermánicas y aun wagnerianas,yuxtapuestas, másque integradas, con el Ländleraustriaco. Las enormessecciones de los movimientosfueron opuestas comomontañas sonoras cortadas apico. Pero también estuvoatento el director a ese otromundo bruckneriano, el delos larguísimos temasexpuestos con exquisitaplasticidad sonora (el legendariotema inicial del primermovimiento, que sacó consuavísima potencia), el delas tensiones sonoras gradualmentedesplegadassobre obstinados pedalesque parecen refrenarlas.Construyó, en suma, unagran arquitectura musical“vasta, seria y toscamenteesculpida”. Y eso, Cookedixit, es una sinfonía deBruckner.José Luis Vidal

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