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203 Dic - Scherzo

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ACTUALIDADMÁLAGA / MURCIAEn medio de una versión sin pulsoJUSTIFICACIÓN DE UN DIVOMálaga. Teatro Cervantes. 26-X-2005. Verdi, Macbeth. Carlos Álvarez, Tatiana Anisimova, Stefano Palatchi, AlejandroRoy, Antonio Torres, Marcella Polidori, Luis María Pacetti. Coro de la Ópera de Málaga. Orquesta Filarmónica de Málaga.Director musical: Daniel Lipton. Director de escena: Ivo Guerra.34Pocas veces se puedenjustificar tanto las excelenciasde Carlos Álvarezcomo en esta producciónescénica de Macbeth delTeatro Comunale deMódena, donde ha tenidoque asumir toda la responsabilidaden hacer que estarepresentación resultaraaceptable. Para ello tuvo quesacar lo mejor de su capacidaddramática, haciendo creíblesu complejo personaje,derrochando voz y musicalidad.Su presencia en el escenarioacaparaba toda la atenciónde los presentes —actuantes y público—, comoreferente de un espectáculodemasiado sombrío en loescénico —idea original deGiancarlo Cobelli—, y desigualen lo musical, en lamedida que nunca se alcanzópor el foso la brillantez deorquestación que aquí apuntaVerdi como anticipo de lasgrandes obras líricas queestaban por surgir de suenorme creatividad.MURCIA MÁLAGASemana Grande de CajamurciaUN GERSHWIN DE REFERENCIAAuditorio y Centro de Congresos Víctor Villegas. 23-X-2005. Terrence Wilson, piano. Orquesta Sinfónica de Baltimore.Director: Yuri Temirkanov. Obras de Gershwin y Dvorák.Ante el sonido de los primeroscompases de Unamericano en París, delas impresiones parisinasdel neoyorquino Gershwin,se podía afirmarque se asistía a una interpretaciónque resultó ser bella yelocuente. Temirkanov hacíaque la música fluyera con lanaturalidad propia de unainvención improvisada en laque los motivos surgen confacilidad y se hacen familiaresal oyente, que veía estimuladasu imaginación conbrillantes imágenes sonorasde inmenso atractivo. Sinduda, admirábamos unTatiana Anisimova y Carlos ÁlvarezEl maestro Lipton simplementese dejó llevar sinmayor trascendencia sindesarrollar esa difícil y primordialfunción de conducirla acción desde los pentagramas,quedando así dealgún modo deteriorada lagrandeza dramática de Shakespeare,que en el libretoes desmenuzado en aisladosepisodios interesantes quese mezclan con páginas convencionalesde mero carácterdecorativo.Como se desprende delo expresado anteriormente,sólo la actuación de CarlosÁlvarez, repito, rompía alalza con el nivel medio delelenco de cantantes, escasamentemotivados desde elfoso. Un ejemplo de estehecho es el de Tatiana Anisimova,que no trascendió supersonaje de esposa del protagonista,desarrollando unavoz estridente en agudosque desnaturalizaba la plasmacióndramática de sumaléfica influencia en Macbeth,que requiere una vozáspera, sombría y sofocada,como pedía el propio autorEsperados momentos, comoel final concertado de primeracto así como algunosdeclamados, concitatos yariosi —piénsese en el escenadel asesinato de Banquo—,quedaron diluidossin especial relevancia. Unatisbo de excelencia fue laintervención del tenor AlejandroRoy al final de la primeraescena del cuarto actoen un sentido O figli, o figlimiei! que recita Macduff, elnoble escocés señor de Fiffe.La constante presenciadel coro a lo largo de todoel desarrollo de la ópera dispuestoen grada a cadaextremo el escenario, cargabade artificialidad la acciónsiempre encuadrada con sulúgubre presencia. Una soluciónde muy relativo aciertoque contribuyó a que elespectáculo no terminara decuajar los ricos efectos plásticosque en esta ópera sepueden lograr desarrollandootro concepto de montaje.José Antonio CantónGershwin de referencia.Esto se superó en sí conla portentosa versión de laRapsodia, que contaba con laparticipación del pianista decolor Terrence Wilson. Dotadode unas excelentes cualidades,puso una gran musicalidadal servicio de la obra,eliminando de su virtuosismola perniciosa rigidez y excesivacontundencia de mecanismoque desarrollan otroscolegas. Su sonido iba acompasadopor un impulso rítmicointangible que recordabaal mejor Bill Evans, permitiendoque la orquesta setransformara en una esplendorosa“big band” en su diálogoconcertante, estimuladohasta la perfección por la elegantetransmisión de unpódium en estado de sabiduría.La emoción crecía entrelos músicos con la interpretación,contagiando al auditorioque estalló con clamor enuna ovación final.Ante tanto gozo, la tambiénconocida, aunquemenos, como Sinfonía“Negra” de Dvorák quedó enun segundo grado de interésdentro del altísimo nivel delconcierto. Temirkanov, sindejar el ambiente americano,tradujo con autoridad y eficaciael profundo carácter eslavoque encierra esta popularobra. Las esencias de Chaikovskiy Brahms fluyeron ensu lectura haciendo recordarlos contrastados hallazgosque en su interpretaciónsupusieron los conceptos deun Reiner o un Szell. La claridady densidad de una admirableorquesta —llamada apertenecer, por méritos propios,a ese exclusivo clubsinfónico norteamericano—favorecieron que habitaranlos mejores ideales estéticosen este memorable concierto.José Antonio Cantón

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