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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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en que <strong>de</strong>cidiste alimentar, <strong>de</strong> ese infeliz, el ego!<br />

Maggie llora <strong>de</strong>sesperada, con la mirada fija en la <strong>de</strong> su verdugo. Él le grita, al<br />

cabo que sujeta con mayor firmeza el puñal siniestro.<br />

―¡Rompiste el pacto y diste fin al juramento! ¡Maldita bruja infame! ¡Soy el<br />

Amo! ¡Alfa y Omega! ¡Yo y no Dios! ¡Yo, el futuro Rey <strong>de</strong>l Universo!<br />

Ella aprieta sus párpados con fuerza, concibiendo el fatal <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> ese<br />

trágico minuto.<br />

Sorpresivamente, el grito <strong>de</strong> una mujer hien<strong>de</strong> la sepulcral atmósfera.<br />

Atravesando la distancia entre los cuerpos, reverberando, originando ecos, mientras<br />

se abalanza hacia Dorothy, aún <strong>de</strong> rodillas en el piso, y le zanja el cuello con un solo<br />

movimiento. Al mismo tiempo, Timothy cruza la estancia en dirección al sitio don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>scansa el ataúd. Simultáneamente, dos <strong>de</strong> los hombres con el rostro disimulado<br />

por capuchas, trocan su actitud, antes sumisa, a otra muy diversa, embistiendo por<br />

la espalda tanto a Martha como al extraño chofer <strong>de</strong> la joroba. Les perforan el plexo<br />

con los puños, extirpándoles el corazón y el último aliento.<br />

Arthur no ceja ante el asombro. Torna su gesto en inflexible voluntad <strong>de</strong><br />

ultimar, cuanto antes, el sacrificio y urgir la transición <strong>de</strong> Amonet hacia un nuevo<br />

recipiente.<br />

Estallan los truenos, las centellas, sin que el Amo perciba que, a su espalda,<br />

una silueta cubierta <strong>de</strong> negro se alza regia y ciclópea, suspendida en el aire,<br />

con<strong>de</strong>scendiendo advertir el esplendor <strong>de</strong> un par <strong>de</strong> ojos vestidos en rojo fuego.<br />

Repentinamente, Arthur <strong>de</strong>tiene en seco el movimiento. Sin bajar su brazo en<br />

alto, bosqueja en sus labios una diabólica sonrisa, confirmando el presentimiento.<br />

Reconoce, con certeza irrefutable, la i<strong>de</strong>ntidad <strong>de</strong> su oponente. No exterioriza ira<br />

alguna esta vez. Es como si esperara, casi <strong>de</strong>mandara cotejarse con él, en indiviso<br />

duelo.<br />

En esa breve pausa en la que ambos soslayan su estrategia, uno <strong>de</strong> los hombres<br />

vestidos <strong>de</strong> negro <strong>de</strong>ja caer el cuerpo exánime <strong>de</strong> Martha, mientras <strong>de</strong>snuda su<br />

rostro: Robert.<br />

Junto a él John y, más a<strong>de</strong>lante, la mujer que <strong>de</strong>gollara a Dorothy se incorpora,<br />

revelando la estoica faz <strong>de</strong> Alice. Los tres traicionando el Rito y tomando partido<br />

por sus hijos.<br />

El rostro <strong>de</strong> Arthur se <strong>de</strong>vuelve a las sombras. Amparándose en el odio, observa<br />

al resto: Los rehenes abatidos, cubiertos <strong>de</strong> vómito, inservibles y <strong>de</strong>sperdigados. Su<br />

<strong>de</strong>seada amante, bañada en sangre, abierto el cuello. Más allá, tumbados, Martha y<br />

el servil chofer. Sigue escudriñando el área, los recovecos, evitando mirar el ataúd<br />

<strong>de</strong> Lilith, hasta que le fue imposible ignorar el gran estrépito.<br />

Con una inaudita implosión, que lanza a Timothy a varios metros <strong>de</strong> distancia,<br />

el ominoso féretro se parte en un centenar <strong>de</strong> trozos, volando expelidos en todas<br />

direcciones. Sin embargo, emergiendo <strong>de</strong> entre las llamas con que Tim le prendiese<br />

fuego, el espectro maloliente y sórdido <strong>de</strong> la dama <strong>de</strong>l Infierno se alza inconexa <strong>de</strong><br />

sus calcinados restos. Enajenada por la furia y el <strong>de</strong>sconcierto, Lilith trepida su<br />

esencia buscando quien que retenga su vital aliento.<br />

Arthur, al percibir esto, sale <strong>de</strong> su estupor y reaccionando resuelve dar término<br />

por fin al sacrificio <strong>de</strong> Maggie. Cuando blan<strong>de</strong> el puñal contra el cuerpo sobre el<br />

altar, no pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> asombrarse al notar que la joven se halla ya en brazos <strong>de</strong>

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