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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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—Creo que, si ya estás listo para regresar a casa, una vez en Londres, <strong>de</strong>berías<br />

verificarlos personalmente. —De repente y como si acabara <strong>de</strong> recordarlo, le<br />

pregunta al joven—. ¿Quién es, si se pue<strong>de</strong> saber, la bella mujer que has traído<br />

contigo? Bribonzuelo, no me habías comentado nada sobre el hecho <strong>de</strong> venir con<br />

alguien. Lo supe solo al llegar.<br />

Por fin, y aunque ya parecía imposible, la dama guarda silencio, manteniendo<br />

inquisitiva su mirada sobre el sorprendido y bastante apabullado Richard.<br />

Alice, en toda su vida, nunca <strong>de</strong>mostró ser una persona jovial o comunicativa,<br />

tal y como se comportaba en este preciso instante. Segundo, odiaba este lugar hasta<br />

las lágrimas. ¿Cómo fue que <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> lado todo aquello para venir y presentarse aquí,<br />

<strong>de</strong> modo tan natural? Por último, ¿<strong>de</strong> qué mujer le estaba hablando? Él había venido<br />

solo.<br />

Cuando se da cuenta, ella ya lo conduce empujándolo por los hombros hacia<br />

una <strong>de</strong> las sillas, don<strong>de</strong> lo sienta frente a una taza <strong>de</strong> café. Después, apoyando los<br />

brazos sobre el escritorio, espera el acuse <strong>de</strong> una respuesta, entretanto esboza una<br />

sonrisa <strong>de</strong> complicidad picaresca.<br />

―No tengo la menor i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> lo que me hablas, madre —contesta Richard―.<br />

Nadie me ha acompañado, con excepción <strong>de</strong>l horrible chófer que contraté, por<br />

cierto, bajo tu consejo, en esa pésima agencia <strong>de</strong> Londres. El muy cretino no dudó<br />

en <strong>de</strong>jarme plantado frente a esta misma puerta, antes <strong>de</strong> que tan siquiera hubiese<br />

<strong>de</strong>scorrido el cerrojo.<br />

—¡Oh! ¿Te refieres al señor <strong>de</strong> la joroba que tan amablemente se ofreció a<br />

traerme él mismo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Londres, siendo que ya estaba muy entrada la noche? Nadie<br />

más quiso hacerlo. Tenía la premura <strong>de</strong> llegar aquí tan rápido como fuera posible,<br />

cuando mucho en la mañana —dice Alice, sin mirarlo a los ojos―. Pues conmigo se<br />

ha portado <strong>de</strong>corosamente. A<strong>de</strong>más, ha sido justamente él quien recogió a la joven<br />

que salía <strong>de</strong> esta casa. Así es que pu<strong>de</strong> verla Richard. Ambos me ayudaron con el<br />

equipaje y cerraron el portal <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> mí. Por cierto, no tengo i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> cómo hubiese<br />

entrado si ella, oportunamente, no hubiese cruzado el umbral, permitiéndome el<br />

ingreso. Tú no estabas en la planta baja y quién sabe si escucharías mi llamada —<br />

acotó Alice.<br />

Por unos minutos, los dos se abstienen <strong>de</strong> hablar, aun cuando sus razones para<br />

hacerlo difieren subjetivas. Más tar<strong>de</strong>, con gesto adusto, ella inicia uno <strong>de</strong> sus<br />

habituales sermones:<br />

—Aparte <strong>de</strong> todo eso, hijo, y cambiando un poco el tema, es indudable que<br />

comprendo el hecho <strong>de</strong> que ya seas todo un hombre y, que como tal, tengas<br />

necesida<strong>de</strong>s al igual que otro cualquiera. Pero sabes lo que pienso sobre <strong>de</strong>safiar las<br />

buenas costumbres <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> los estratos sociales en especial tratándose <strong>de</strong> gente<br />

<strong>de</strong> nuestra clase. A<strong>de</strong>más, y esto es trascen<strong>de</strong>nte, está la cuestión sobre la diversidad<br />

racial. Espero sinceramente que esto que <strong>de</strong>scubrí hoy día se trate solo <strong>de</strong> un <strong>de</strong>sliz<br />

<strong>de</strong> tu parte. Hay cosas que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi punto <strong>de</strong> vista y el <strong>de</strong> la sociedad en la que<br />

vivimos, no <strong>de</strong>ben <strong>de</strong> mezclarse.<br />

Cada vez más sorprendido por los argumentos <strong>de</strong> su madre, Richard echa un<br />

rápido vistazo a la entrada principal, don<strong>de</strong> ayer mismo había colocado la pesada<br />

tranca <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra. Ya no estaba como la <strong>de</strong>jara, asegurando la puerta, sino que

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