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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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le <strong>de</strong>nota como un ser temerario. Muy calmo pero <strong>de</strong>cidido, toma asiento y, girando<br />

hacia Richard la cabeza, comienza a hablarle. Su voz se oye con la ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> un<br />

murmullo, sereno y suave.<br />

―Buscas respuestas, joven Richard, ¿verdad? ―pregunta―. Pero dime antes,<br />

¿para qué las necesitas? ¿Deseas, quizá, librarte <strong>de</strong> tu con<strong>de</strong>na?, ¿<strong>de</strong> todo lo que hoy<br />

sabes que eres capaz? ¿O te consumen las dudas, respecto <strong>de</strong>l camino que en algún<br />

momento habrás <strong>de</strong> tomar?<br />

Tras un breve silencio, prosigue.<br />

―Ese y no otro, es el interrogante capital. El que, para ti, <strong>de</strong>be primar ante<br />

todos, señalándote el sen<strong>de</strong>ro correcto. Si <strong>de</strong>sconoces lo que en realidad preten<strong>de</strong>s,<br />

tus auténticos anhelos, las revelaciones que aquí obtengas no tendrán ningún<br />

significado para ti ―dice, señalando los manuscritos dispersos por el suelo—. Ahora<br />

que si, por el contrario, escoges <strong>de</strong>slindarte <strong>de</strong> tu sino, te diré que aquello que<br />

precisas saber, tampoco ha sido escrito. Todo esto… es un inútil. —Hace una pausa<br />

sugerente, mientras continúa mirando el cúmulo <strong>de</strong> textos. ―La verdad subyace en<br />

otro sitio, o quizá en el mismo, pero visto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una óptica diferente. Todo lo que<br />

hasta hoy has <strong>de</strong>scubierto, solo te confiere un conocimiento fragmentario y tenue,<br />

sobre la oscuridad palpitando en tu interior. Esas, tus lóbregas raíces, mismas que<br />

in<strong>de</strong>fectiblemente podrías sentirte tentado a perpetuar, resi<strong>de</strong>n allí —dice, en tanto<br />

señala el corazón <strong>de</strong> Richard. Se pone <strong>de</strong> pie y avanza hacia el joven ―Si <strong>de</strong>seas ser<br />

honesto y hacer lo a<strong>de</strong>cuado, <strong>de</strong>bes oír lo que tu corazón está gritando, el dictamen<br />

<strong>de</strong> tu instinto, <strong>de</strong> tu esencia. Yo puedo ayudarte, también guiarte; pues ese es mi<br />

<strong>de</strong>stino y mi <strong>de</strong>stino es todo lo que soy. He venido aquí, con la <strong>de</strong>terminación<br />

absoluta <strong>de</strong> acabar con todo esto, <strong>de</strong> una vez y para siempre. Y lo haré contigo… o a<br />

pesar <strong>de</strong> ti.<br />

― ¿Quién eres? ―acaba por preguntar Richard consternado.<br />

—Lo sabrás cuando estés listo. De momento, basta con que me consi<strong>de</strong>res un<br />

partícipe obligado <strong>de</strong> los hechos. En mí se <strong>de</strong>posita el conocimiento que, como<br />

arma, es imprescindible si aspiramos dar término a esta infamia. Pue<strong>de</strong> que, tanto<br />

tú como yo, hayamos sido solo víctimas <strong>de</strong>l proce<strong>de</strong>r y las elucubraciones <strong>de</strong><br />

terceros, tanto en el pasado como en el presente. Pero es <strong>de</strong> nosotros, y solo <strong>de</strong><br />

nosotros, la responsabilidad <strong>de</strong> que tales circunstancias puedan ser distintas <strong>de</strong> hoy<br />

en a<strong>de</strong>lante.<br />

Repentinamente, se escucha la voz <strong>de</strong> Maggie <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el otro lado <strong>de</strong> la puerta.<br />

El extraño apunta hacia allí con la mano.<br />

—Incluso a ella y a vuestra hija podrías salvar. Tenlo muy presente, porque <strong>de</strong><br />

ti <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>. ―Luego se marcha por don<strong>de</strong> vino.<br />

Anonadado, Richard abre la puerta. Maggie se precipita <strong>de</strong>ntro, totalmente<br />

fuera <strong>de</strong> control y, aferrándose <strong>de</strong> su brazo, exhorta:<br />

— ¡No lo permitas, Richard! ¡Te lo suplico! El Amo regresó con <strong>de</strong>lirantes i<strong>de</strong>as<br />

y las más aciagas intenciones. Creo... No, estoy segura, que finalmente resolvió<br />

aniquilarnos si osamos enfrentarle.<br />

Richard, procurando infundirle serenidad, la conduce hacia un diván. Ella

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