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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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CAPITULO 11<br />

La Visita <strong>de</strong> Alice<br />

Ni bien Richard tuvo claro que nada es como parece y todo pue<strong>de</strong> ser aún más<br />

extraño que la vida misma, cuando esta es <strong>de</strong>safiada por entida<strong>de</strong>s sobrenaturales,<br />

<strong>de</strong>termina que su vacua e insignificante mentalidad, restringida por preceptos<br />

estructurados <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una educación y <strong>de</strong>venir existencial netamente<br />

conformista, no le será <strong>de</strong> utilidad alguna en el momento <strong>de</strong> enfrentarse a las<br />

manifestaciones que, significativamente, esta casa le ha expuesto. Tampoco pue<strong>de</strong><br />

arriesgar conjeturas insustentables sobre lo que pudiera o no ser real <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l<br />

plano en el que su vida se <strong>de</strong>sarrolla, o frente aquel otro <strong>de</strong>sconocido, en el que<br />

algunos, al igual que él, fueron intimados a penetrar.<br />

Mientras Alice, en apariencia inocente a las profundas cavilaciones <strong>de</strong> su hijo,<br />

intenta poner algo <strong>de</strong> or<strong>de</strong>n en la sala, empeñada en su recién <strong>de</strong>scubierto rasgo<br />

parlanchín, Richard toma asiento en una <strong>de</strong> las sillas y golpea con el puño la<br />

superficie <strong>de</strong>l escritorio, elevando la voz <strong>de</strong> modo inusualmente autoritario.<br />

―¡Basta madre! ¡Necesito algo <strong>de</strong> silencio aquí!<br />

Fijando la vista sobre algún punto justo en medio <strong>de</strong> la nada, intenta organizar<br />

cada uno <strong>de</strong> los sucesos transcurridos, partiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el instante en que abordara<br />

el automóvil que lo trajera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Londres.<br />

No obstante, ante la brusca reacción <strong>de</strong> Richard, Alice <strong>de</strong>ja caer la ban<strong>de</strong>ja que<br />

sostenía, <strong>de</strong>sparramando la escasa vajilla en la que le ofreciera el <strong>de</strong>sayuno. No<br />

pronuncia palabra alguna, ni un mínimo gesto se dibuja sobre su empali<strong>de</strong>cido<br />

rostro. Escabulléndose subrepticiamente, se <strong>de</strong>svanece en la oscuridad <strong>de</strong>l corredor<br />

izquierdo.<br />

Unos minutos, quien sabe cuántos, pasan <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel impetuoso estallido.<br />

Richard continúa con la mirada extraviada introspectivamente, clasificando sucesos,<br />

concatenando hechos, forjando hipótesis. Lentamente se pone <strong>de</strong> pie y, plantándose<br />

frente al inicio <strong>de</strong> la escalera, hace a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> tomar el barandal. Su mano queda<br />

allí, suspendida en el aire, apenas a unos centímetros <strong>de</strong> la ma<strong>de</strong>ra trabajada. Cual,<br />

si asumiera forma <strong>de</strong> brisa, un susurro le alcanza, atravesando su espalda,<br />

envolviéndole la nuca, <strong>de</strong>speinando el rubio cabello:<br />

― Vamos, <strong>de</strong>cí<strong>de</strong>te, Richard! ¡Decí<strong>de</strong>te!<br />

Asiéndose con firmeza, comienza a subir los primeros peldaños. A medida que<br />

avanza, el corazón pier<strong>de</strong> templanza, mas su <strong>de</strong>terminación persiste inalterable. Se<br />

encuentra ya por el tercer escalón, cuando percibe un repentino alboroto <strong>de</strong><br />

sombras y rumores, <strong>de</strong>splegando su presencia, apenas bor<strong>de</strong>ando el primer piso: sin<br />

subterfugios, sin sorpresa, libremente, justo en la cima, don<strong>de</strong> se dirige sin dudarlo.<br />

In crescendo y conjuntamente con tales fenómenos, nacidos seguramente en<br />

el tenebroso caos que avasalla la casa por completo, comienzan a escucharse<br />

lamentos, suspiros, sollozos, risas, gemidos <strong>de</strong> agonía.<br />

Sin embargo, nada parece sorpren<strong>de</strong>rle, menos <strong>de</strong>tenerle. Richard siente y sabe

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