LA HERENCIA (Edición de Day9)

con Dorothy como con Tituba, acabó por engendrar a los medio hermanos
destinados a erigirse en progenitores del Anticristo.
De no haber sido por él, tal inesperado acontecimiento no se habría
consumado. Es más, consta, según anotaciones al margen (las que probablemente
eran de tío Alfred), que este era el verdadero y único hijo de George Graham, a quien
Richard identifica como el hombre postrado en silla de ruedas, que en la mañana le
observara renuente desde la balaustrada en el segundo piso.
Si se ciñe a la verdad, el misterioso Tim vendría a ser, nada menos, que su
abuelo, tanto materno como paterno. ¡Rayos!
Exhausto y, con ese último pensamiento merodeando su cabeza, Richard cede
ante la somnolencia que ya conquista cada espacio en su atribulada mente. Pronto
queda dormido, empero su cerebro permanece activo, proyectando conexiones,
descifrando misterios: buscando respuestas.
Despierta al llegar el alba, pero su pertinaz cerebro cuenta ahora con una
mayor cantidad de información de la que había recabado antes de dormir. Uno de
los datos en los que no profundizó la noche previa, en cuanto a su parentesco con
Timothy Graham, había sido que la bruja Tituba al ser también su abuela y,
descendiendo de una tribu donde las dotes mágicas son hereditarias, establecía
vínculos sanguíneos entre él y los brujos originales. Lo que le lleva a la inevitable
conclusión de que dicha circunstancia le confiere atributos propios e intrínsecos
para acceder a la Inmortalidad en desmedro de la práctica de cualquier ceremonia o
ritual.
Muy, muy interesante. Cada paso que avanza en el contexto de sus
especulaciones, lo encumbra un escalón por encima de cualquier amenaza que este
Clan propenda esgrimir en su contra. Una progenie indubitablemente infausta, pero
que lo dota con prodigiosas facultades que usufructuar, de ser preciso. Y, quizá muy
pronto se viera en situación de hacerlo.
Asimilado esto, aparta la idea y se concentra en los sonidos que provienen de
la casa. Percibe el murmullo de voces desconocidas, anónimas, dialogando en los
pisos inferiores. ¿Acaso habrán arribado nuevos acólitos a la mansión? Tendrá que
averiguarlo.
Abre la puerta de su estancia y desciende hacia la planta baja. Ciertamente,
más de una persona se ha sumado a esta congregación endemoniada. Al verlo de pie
en la cima de la escalera, todos guardan silencio, bajando la vista recelosos, como si
no supieran que esperar de su presencia.
En verdad, nadie lo sabe. Mucho menos él.
Echando un vistazo al grupo, Richard deduce con rapidez que uno de ellos
podría tratarse del Prefecto McConroy, de Salem. Quien también figura en el libro
genealógico, donde se le describe como un brujo de linaje que, en su momento, fuera
apadrinado por la última personalidad corpórea que Lilith habitó hasta finales del
siglo pasado. Incluso, ambos compartían idéntica ascendencia. Curiosamente, años
después, John McConroy se convierte en el padre adoptivo de Alice, a quien criara
como propia.