LA HERENCIA (Edición de Day9)

enmudeció, dejando que la sugestión del pensamiento hablara.
El abisal silencio cobró forma casi perceptible entre las mujeres, quienes
continuaron midiéndose con la mirada, retadoras.
Secas ya sus lágrimas, la mirada de Dorothy se tornó dura, provocante. Con
mucho, el tinte innato del rencor danzando entre destellos.
―¡Tú! Tú eres una de ellas, ¿verdad? ¡Una bruja! ―espetó entre inquisitiva.
—De las más antiguas ―respondió Tituba, sonriendo sibilina―. Como te dije,
he sido enviada ante ti por las Ancianas, cumpliendo un mandato supremo —
contestó.
—¿Y cuál es el sacrificio que deberé ofrecer para obtener lo que deseo? —
interrogó Dorothy, con impaciencia.
—¡Jajajajaja! ¡No tan rápido, jovencita! —interrumpió la bruja, riendo.
La visión de sus blancos dientes, resaltando sobre la piel morena, hizo pensar
a Dorothy sobre lo bella que se veía la mestiza. Muy alta, casi tanto como ella y con
una silueta lánguida, estilizada. A pesar de lo rudimentario de su atuendo, la mujer
se desplazaba con una gracia innata y el tono firme de su piel resaltaba lo exótico de
sus rasgos de origen nativo. Indudablemente, su presencia no conseguía pasar
desapercibida, por mucho que lo intentara.
—Antes, —retomó la palabra Tituba— debes conocer la realidad sobre tu
origen y las razones por las que has sido nominada como La Elegida. Escúchame
bien, no eres la primera del linaje. Tu madre antes que tú, al igual tu abuela. Ni
siquiera eres simiente biológica del hombre que te criara como padre. Martha, tu
madre, se entregó en sacrificio a nuestro Amo, con el fin de procrearte. Allí dentro—
dijo la mestiza, señalando las profundidades del oscuro bosque. Dorothy la miró
confusa y Tituba volvió a sonreír―. Desde entonces, tu sino ha sido rubricado. Fue
una larga espera; pero ahora tú y no otra, eres quien, en su momento, habrá de
proporcionar los medios para perpetuar El Rito requerido. Aún es demasiado pronto
para que lo entiendas. La sabiduría acudirá a tu esencia cuando sea oportuno. Una
vez que hayas evolucionado lo suficiente para asumir tus responsabilidades para con
el Culto, todos y cada uno de los pesares y resquemores que hoy te agobian habrán
quedado definitivamente atrás. Ninguna oblación devenida en el futuro, te resultará
imposible de ofrendar.
Devolviéndose a la premura de sus atribulaciones presentes, Dorothy recuperó
el habla
―Mi boda es en apenas cuatro días ¿Cómo se supone que enfrentaré el horror
que el suceso implica imperturbable? ―preguntó, nuevamente conmocionada.
Tituba quitó de sí un extraño colgante. Con delicadeza, lo colocó en Dorothy,
mientras le acariciaba el esbelto y níveo cuello. Luego, la besó en los labios y, al
separarse, el pendiente que ahora Dorothy lucía resplandeció con intensidad.
Mientras el fulgor azulino se desvanecía en la oscuridad nocturna, la
consternada expresión de Dorothy se transfiguró con rapidez. Su pecho dejó de
palpitar desbocado y el dolor de su alma se disipó sin presunciones de retornar