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--¿Acaso creías que la señora <strong>de</strong> estas tierras se rebajaría a yacer contigo entre la<br />
paja <strong>de</strong> un sucio cobertizo, cuando pue<strong>de</strong> hacerlo sobre sábanas bordadas en oro?<br />
¡No! ¡Te equivocas! Ella, en este preciso instante, retoza satisfecha… ¡en la cama <strong>de</strong><br />
tu padre! Y solo me ha enviado aquí para <strong>de</strong>mostrarte lo poco que le importan tus<br />
absurdos sentimientos. ¡Cómo ha <strong>de</strong> estar riendo! ―mintió todavía hilarante―. ¡Es<br />
más, no <strong>de</strong>sea volverte a ver! —exclamó, casi gritando.<br />
Timothy se negó a seguir escuchándola. Enceguecido por la ira y el<br />
<strong>de</strong>sconcierto, se vistió presuroso y, consciente <strong>de</strong> que su cabeza tenía precio por<br />
aquellos lares, a<strong>de</strong>más que <strong>de</strong> quedarse un segundo más acabaría por asesinar a la<br />
mestiza, <strong>de</strong>sapareció como alma que lleva el diablo, atravesando la arboleda.<br />
Se llevó consigo un <strong>de</strong>sasosiego que no podía ser ni mayor, ni más cruento. Tal<br />
vez los dichos <strong>de</strong> la bruja fuesen ciertos… tal vez no. De todos modos e instigado por<br />
lo irascible <strong>de</strong> su temperamento concluyó que ahora contaba con sobrados motivos<br />
para jamás volver.<br />
Estaba hecho. Tituba se incorporó lánguida, vistiéndose con lentitud. No tenía<br />
mínima i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> las consecuencias que su accionar <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>naría.<br />
El oscuro manto <strong>de</strong> una tragedia nunca sospechada, comenzaba a ceñir el<br />
futuro <strong>de</strong> la resentida. Aquella misma noche, frente al Aquelarre, fue juzgada por su<br />
falta. Nada sucedía al margen <strong>de</strong> los Ancestros. Ya congregadas bajo la espesura <strong>de</strong>l<br />
bosque, una <strong>de</strong> las <strong>de</strong>crépitas Ancianas, se aproximó a ella apuntando hacia su<br />
vientre.<br />
—Este es el precio que <strong>de</strong>berás pagar. Una niña comienza a gestarse en ti,<br />
po<strong>de</strong>mos verlo. Más ella jamás te pertenecerá. Será extirpada <strong>de</strong> tu lado y, hasta el<br />
momento en que así lo <strong>de</strong>cidamos, nadie, absolutamente nadie, conocerá su<br />
para<strong>de</strong>ro.<br />
Tituba cayó <strong>de</strong> rodillas.<br />
―Vivirá, más su <strong>de</strong>stino está signado al servicio <strong>de</strong> nuestra voluntad —<br />
sentenció la octogenaria.<br />
Así fue. La pequeña vino al mundo a orillas <strong>de</strong>l pútrido pantano, tan solo unas<br />
pocas noches <strong>de</strong>spués.<br />
Haciendo uso <strong>de</strong> su magia oculta y siniestra, las umbrías hechiceras<br />
manipularon el tiempo sobre la noche aciaga, acelerando <strong>de</strong> modo antinatural el<br />
proceso <strong>de</strong> gestación y nacimiento.<br />
Ya fuera <strong>de</strong>l vientre materno, abrió sus ojitos hacia el firmamento, con Tituba<br />
aferrándola fuertemente contra su pecho. Pero la bruja solo tuvo unos minutos para<br />
darle un nombre y <strong>de</strong>spedirse <strong>de</strong> ella.<br />
Entre el cruel <strong>de</strong>sgarro <strong>de</strong> aquel castigo y la impotencia que la embargaba, la<br />
mestiza besó por única y última vez su casta frente. Mientras la arrancaban <strong>de</strong> sus<br />
brazos, la llamó «Alice».