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especie <strong>de</strong> socavón anexo, en cuyo centro se alza el mismo tótem, en don<strong>de</strong><br />
advirtiera, <strong>de</strong> acuerdo a sus visiones, a Maggie inmovilizada y <strong>de</strong>sangrándose a<br />
manos <strong>de</strong> Dorothy. Un poco más allá, predomina un espacio revestido en la<br />
transparencia <strong>de</strong> velos y <strong>de</strong>lgadas telas, irradiado en su interior por un millar <strong>de</strong><br />
velas, estratégicamente dispuestas alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> un antiquísimo y opulento… féretro.<br />
Impulsado por un coraje que no sospechó poseer, llega hasta allí. Despeja los<br />
velos y, al colocar un pie <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> aquel sitio en particular, los nativos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él<br />
comienzan a golpear rítmicamente sus lanzas contra el suelo, profiriendo aullidos<br />
tribales que consiguen ensor<strong>de</strong>cerlo.<br />
Ráfagas <strong>de</strong> viento inusitado provocan, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la caverna, lo que podría<br />
<strong>de</strong>finirse como una tormenta <strong>de</strong> arena. Bramidos infrahumanos, susurros<br />
incoherentes, clamor <strong>de</strong> suplicas en lenguaje <strong>de</strong>sconocido, señorean posesivos todo<br />
el lugar, convirtiéndolo en un pan<strong>de</strong>mónium confuso e in<strong>de</strong>scriptible. Richard ni<br />
siquiera tiene tiempo para valerse <strong>de</strong> sus recientes aptitu<strong>de</strong>s sobrenaturales, ni<br />
acierta pensar en su novel y umbría investidura. Simplemente, se <strong>de</strong>rrumba <strong>de</strong><br />
rodillas, cubriéndose los oídos y ahogándose con arena.<br />
Al momento, un fuerte brazo le sujeta por el cuello <strong>de</strong> su camisa y lo alza<br />
enérgico, arrojándolo bastante lejos <strong>de</strong> aquel siniestro ataúd. Conjeturando que se<br />
trata <strong>de</strong> Arthur, Richard blan<strong>de</strong> la daga en contra <strong>de</strong>l sujeto, pero el continuo<br />
<strong>de</strong>splazamiento <strong>de</strong> arena en el aire entorpece su visión. Aun así, percibe el impacto,<br />
por lo que <strong>de</strong>duce haberle atinado, más no dón<strong>de</strong>, ni si con ello conseguirá librarse<br />
<strong>de</strong> su oponente.<br />
En medio <strong>de</strong> toda esta ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> aterradores imprevistos, repara que alguien<br />
le sacu<strong>de</strong> vehemente, mientras grita su nombre.<br />
―¡Richard! ¡Richard! ¡Abre los ojos y mírame! ¡Suelta la daga, Richard!<br />
¡Suéltala! ¡Debes concentrarte o uno <strong>de</strong> los dos morirá!<br />
Richard no ceja, luchando por <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Su contrincante, poseedor <strong>de</strong> una<br />
fuerza inusual, logra elevarlo por sobre su cabeza y lo lanza violentamente sobre el<br />
altar <strong>de</strong> piedra, para inmediatamente asirlo por el cuello con firmeza asfixiante.<br />
Al caer sobre el altar, los ensor<strong>de</strong>cedores gritos se extinguen, transformándose<br />
en algo semejante a exhalaciones <strong>de</strong> placer. Entonces, Richard abre los ojos. Lo<br />
primero que ve es el semblante tenso y <strong>de</strong>sencajado <strong>de</strong> Timothy, quien empuña la<br />
propia daga contra su pecho, cual si estuviera a segundos <strong>de</strong> apuñalarle con ella.<br />
Un coro <strong>de</strong> exhortaciones y clamores en dialecto tribal, propen<strong>de</strong>n estimular a<br />
Timothy para que culmine el acto <strong>de</strong> sacrificio que emula ejecutar. En ese preciso<br />
instante, los ojos <strong>de</strong> Richard adquieren el color <strong>de</strong>l fuego y, con solo una mirada,<br />
expulsa a Tim tan lejos, que luego le es difícil divisarlo.<br />
Aun notablemente turbado, se incorpora sobre el altar y mira en <strong>de</strong>rredor.<br />
Luce diferente, los ojos íntegramente rojos, la fiereza <strong>de</strong> su estampa proyecta un<br />
aura oscura y carmesí, al mismo tiempo. Ante esta conversión, los nativos<br />
enmu<strong>de</strong>cen y se arrodillan frente a él.<br />
―¡Nooooooo! ―El grito se escucha distante.<br />
Richard baja <strong>de</strong>l altar, acercándose hacia la columna <strong>de</strong> inesperados súbditos<br />
azorados. Una sensación <strong>de</strong> enervada omnipotencia encarna en él, <strong>de</strong>sasiéndolo <strong>de</strong><br />
los cánones que rigen su voluntad humana. Poco <strong>de</strong>spués, una veintena <strong>de</strong> cuerpos<br />
color ébano se <strong>de</strong>sploman, uno a uno, cercenados sobre la tierra ensangrentada. En