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CAPITULO 23<br />
Los Here<strong>de</strong>ros<br />
En las profundida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la antigua casona quedan sepultados los restos <strong>de</strong><br />
aquellos que perpetuaron su existencia a través <strong>de</strong> sibilinas <strong>de</strong>strezas, inducidos por<br />
la ambición sin límites <strong>de</strong> un hijo expulsado <strong>de</strong>l cielo y en búsqueda <strong>de</strong> la venganza<br />
cúspi<strong>de</strong> contra su Padre.<br />
Conmovida <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los cimientos y casi <strong>de</strong>rruida, la gótica mansión <strong>de</strong>ja escapar,<br />
entre muros y rotas ventanas, varias columnas humeantes ascendiendo a las alturas;<br />
cual si se tratase <strong>de</strong> almas persiguiendo libertad.<br />
Des<strong>de</strong> el gran pórtico en el frontispicio <strong>de</strong> la misma, tres siluetas trasponen el<br />
umbral, con un aspecto inenarrable, simulando apariciones gestadas en el propio<br />
Ha<strong>de</strong>s, se sostienen apenas, apuntalándose como pue<strong>de</strong>n sujetos al brazo <strong>de</strong> quien<br />
se halla a su lado.<br />
Cubiertos <strong>de</strong> viscoso cieno, mezcla <strong>de</strong> sangre y cenizas, vacilan sus pasos,<br />
poniendo distancia con la siniestra propiedad. El alba, en su radiante luminiscencia,<br />
les enceguece, obligándoles entrecerrar los párpados mientras inclinan la cabeza.<br />
Entre dos <strong>de</strong> ellos, Tituba resguarda con su propio manto, el cuerpecito níveo<br />
<strong>de</strong> la pequeña infanta. Ha sobrevivido, <strong>de</strong>fendida tras la interposición <strong>de</strong> su padre,<br />
investido con el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong>l Anticristo, que en el minuto exacto primó <strong>de</strong> sí la<br />
supremacía humana contra la ávida tentación que soportara su infausto origen.<br />
Solo tuvo un propósito entonces, salvaguardar la vida <strong>de</strong> su hija y la<br />
continuidad <strong>de</strong> la sangre, a través <strong>de</strong> ella, y no <strong>de</strong> la potestad primigenia <strong>de</strong> un<br />
jerarca <strong>de</strong> la oscuridad. Tal y como hubiese trascendido él mismo.<br />
Tanto Maggie como los <strong>de</strong>más perecieron, abatidos durante la <strong>de</strong>mencial<br />
contienda <strong>de</strong>satada. Luego <strong>de</strong> existir especulando finales inciertos, transitando<br />
<strong>de</strong>rroteros imprevistos e ineludiblemente envueltos en una perenne y <strong>de</strong>spiadada<br />
lucha que los tuvo, contuvo y arrastro exentos <strong>de</strong> la propia voluntad. Involucrados<br />
por terceros o incluso por sí mismos, directamente hacia ésta fatal con<strong>de</strong>na que<br />
sobrevendría <strong>de</strong> cualquier manera.<br />
Triunfase quien triunfase, lo único que les resta a todos es un último acto <strong>de</strong><br />
bondad y transparencia. Resguardar la vida <strong>de</strong> la pequeña here<strong>de</strong>ra <strong>de</strong>l bien y el mal,<br />
como si la perdurabilidad <strong>de</strong> la existencia sobre la tierra <strong>de</strong>pendiera <strong>de</strong> aquel gesto.<br />
Sucesores <strong>de</strong> un ritual fosco y ancestral, concatenados a la flama <strong>de</strong> un<br />
malhadado anhelo amanecido más allá <strong>de</strong>l propio entendimiento, trascien<strong>de</strong>n a la<br />
muerte, aprehendidos a una subsistencia antinatural.