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sospechaba, ahora cuenta con la seguridad <strong>de</strong> que se trata <strong>de</strong> su padre. Sin dudarlo<br />
más, se precipita hacia don<strong>de</strong> proviene el sonido, como si el corazón mismo le<br />
impulsara.<br />
Entra a una <strong>de</strong> las habitaciones contiguas, atestada por infinidad <strong>de</strong> libros,<br />
manuscritos, esculturas, amuletos y una serie <strong>de</strong> estanterías diseminadas por todos<br />
lados, cubriendo las pare<strong>de</strong>s y gran parte <strong>de</strong>l espacio polvoriento. En un rincón,<br />
solitario y con la cabeza entre las manos, Robert llora amargamente. Aun así, alza la<br />
vista hacia Richard. Iluminados por sendas lágrimas, ésta vez sus ojos brillan.<br />
Incorporándose, le extien<strong>de</strong> la mano.<br />
—Richard, mi nombre es Robert. Soy, aunque no logres compren<strong>de</strong>rlo <strong>de</strong><br />
momento, tu difunto padre. Y, aun cuando te resulte cruento, la verdad es que jamás<br />
quise que llegaras a esta casa —dice apesadumbrado―. Si mientras permaneces<br />
entre estos muros tu sangre es <strong>de</strong>rramada al igual que hace 20 años la mía, yo volveré<br />
a la vida y tú me reemplazarás en el purgatorio. Es una trampa macabra y, no nos<br />
resta mucho tiempo. —Luego agrega― Debemos encontrar la forma <strong>de</strong> que salgas<br />
<strong>de</strong> aquí con vida, no importa cómo ni a qué precio. De todos modos, para mí,<br />
siempre será <strong>de</strong>masiado tar<strong>de</strong>.<br />
—Padre, no comprendo —respon<strong>de</strong> Richard confundido.<br />
—Debes seguir tu instinto, tu voz interior. Dentro <strong>de</strong> este cuarto se oculta el<br />
camino que pue<strong>de</strong> conducirte a las respuestas que serán la clave <strong>de</strong> tu<br />
salvación ―contesta Robert.<br />
Allí, a solas con aquella manifestación espectral, Richard se pregunta cómo<br />
conseguirá librarse <strong>de</strong> aquel pacto siniestro. ¿De qué manera puedo escapar con vida<br />
y salvar también el alma errante <strong>de</strong> mi padre?<br />
Dominado por un repentino frenesí, Richard masculla sus pensamientos en<br />
voz baja, al cabo que recorre <strong>de</strong> un lado a otro el poco espacio libre en la revuelta<br />
habitación don<strong>de</strong> ambos se encuentran. Su ansiedad lo rebasa, por lo que Robert,<br />
más consciente <strong>de</strong> que el tiempo se acaba, dirigiéndose veloz hasta don<strong>de</strong> circula<br />
<strong>de</strong>sorientado su hijo, le propina un fuerte golpe que lo <strong>de</strong>ja sin sentido.<br />
«Es menester calmarlo, hacerlo reaccionar, acelerar los tiempos. El único modo<br />
es que Richard conozca en <strong>de</strong>talle la realidad enmascarada entre las pare<strong>de</strong>s que<br />
amurallan los ancestrales ritos que nuestra familia practica», piensa Robert. Así que,<br />
sentándose junto a él, apoya las manos sobre su cabeza y, concentrándose, entabla<br />
contacto con la propia historia, veinte años atrás. Confiando transmitirle al<br />
muchacho, <strong>de</strong> manera expedita y mentalmente, una <strong>de</strong>scripción <strong>de</strong> los<br />
acontecimientos por los que él mismo <strong>de</strong>bió atravesar entonces.<br />
Mientras el trance entre ambos da inicio, el cuerpo <strong>de</strong> Robert comienza a<br />
evaporarse, canalizándose en imágenes casi tangibles que, <strong>de</strong>shilvanadas, rebotan<br />
contra las esquinas, una y otra vez, hasta penetrar profundamente la mente <strong>de</strong>l<br />
joven.