LA HERENCIA (Edición de Day9)

Pero la vida suele manifestarse en un devenir cíclico. Dadas las circunstancias,
hoy por hoy dicha venganza yacía en poder y dominio de Tituba, quien nunca perdió
su confianza en que el Señor de la Oscuridad, al que servía desde que fuera usurpada
de su tribu, les daría alcance donde quiera que se ocultasen, dando término a su
tormento.
Cuando este, por fin, se presentó ante ellas, Tituba, tuvo el tino de confiarle
los pormenores de aquel, su más doloroso y a la vez preciado secreto. Un secreto
que, obrando en poder del Maligno, podría franquearle supremacía absoluta sobre
los destinos de la humanidad.
Tras los muros de aquella morada lúgubre y maldita, el tiempo y el espacio
confluían intermitentes en uno solo, cual si la mansión estuviera colmada de
agujeros de gusano por los que atravesar constantemente. Por tanto, los miembros
del Clan del Rito de Sangre transitaban tanto el presente como el pasado,
manifestándose según les fuera preciso.
Durante el corto lapso en que Dorothy se mantuvo con vida, tras su letal unión
con el Siniestro, Tituba dedicó todo su empeño en hostigar a su antigua señora.
Quien, sometida y despojada de casi todo atributo, sufrió lo indescriptible, en una
diaria y constante afrenta por la supervivencia. Sin mencionar que aún debía pagar
su parte por aquel pacto perpetrado en Salem. El momento de saldar aquella deuda,
había llegado.
De acuerdo a lo estipulado por el Rito, Dorothy pereció de modo cruel y salvaje,
degollada por Arthur, con el designio de que éste accediese a la prolongación de su
propia vida, habitando en un renovado cuerpo terrenal.
El atroz ritual demandaba derramar sangre de un descendiente directo y, dado
que Dorothy había sido concebida cuando su madre, Martha, se ofrendó en sacrificio
al mismo Oscuro, ella se constituía no solo en consorte, sino también hija del
Maldito.
Este desenlace fue algo que ella nunca llegó siquiera a sospechar. Jamás, ni en
sus más locos desatinos, imaginó que el encarnado Señor del Inframundo se
proclamaría un día frente ella como su futuro esposo. Aislándola indefensa y
atrapada entre tinieblas que ahora la incluían.
El incesto al que fuera conminada y la sangre que corría por sus venas, se
instauraron en el medio para que Arthur Greenway asumiera, posteriormente, la
personalidad corpórea de Arturo Conrado del Fiore.
La supervivencia de Tituba, muy por el contrario, perduraba exenta de estas
prácticas sacrificiales, dado el hecho de haber nacido como una bruja natural, cuyo
poder implícito le confería, conforme a su linaje, la facultad de alcanzar por sí misma
la inmortalidad.
Mas Dorothy no contaba con aquella suerte. A pesar de ser hija natural del
propio Infierno hecho carne: Satán, Lucifer, Belcebú, Samael o como quiera que el
ser humano, de rodillas ante la propia fe, le ha querido nominar; se había convertido
en bruja, no lo era de linaje.
Para ella, aun cuando así lo hubiese deseado, la muerte no marcó el final de tal