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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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en ti. Ya no más encuentros con el Amo, se acabaron los enigmas y, ante nada,<br />

escucharás como única verdad lo que yo y solo yo, tenga para <strong>de</strong>cirte. —Richard le<br />

acaricia el cabello, mientras <strong>de</strong>rriba los muros que los mantuvieron separados,<br />

amándola e ignorando cómo <strong>de</strong>mostrárselo.<br />

Una lágrima rueda, surcando la pálida mejilla <strong>de</strong> Maggie, mientras asiente<br />

agra<strong>de</strong>cida, aun cuando el miedo resiste en abandonarle. Se besan larga y<br />

apasionadamente, ceñidos por la intensidad <strong>de</strong> un sentimiento real y verda<strong>de</strong>ro, que<br />

por fin se abre paso en medio <strong>de</strong> tanta intriga y <strong>de</strong>sencuentro.<br />

Enca<strong>de</strong>nados por la magia <strong>de</strong> una pasión auténtica, se ofrecen uno al otro sin<br />

medidas ni tapujos. Imperiosamente. Desnudos, entrelazados, palpitantes, permiten<br />

a sus labios danzar, recorriendo el cuerpo hume<strong>de</strong>cido <strong>de</strong>l otro, centímetro a<br />

centímetro, en cada movimiento. Gotas <strong>de</strong> sudor caen sobre el pecho firme <strong>de</strong><br />

Maggie, mientras extien<strong>de</strong> hacia atrás el níveo cuello y el éxtasis, hecho gemido, le<br />

ahoga la garganta. Nunca ha sido más intenso el placer <strong>de</strong> ambos que en aquella<br />

entrega.<br />

Agitados y satisfechos, permanecen enlazados durante largos momentos,<br />

enredados uno en el otro, ansiando no volver a separarse. Deslizando una vez más<br />

los <strong>de</strong>dos por sobre el cuerpo <strong>de</strong> la joven, Richard se incorpora lentamente,<br />

contemplando su belleza.<br />

―Te amo. Lo sabes —dicen ambos al unísono.<br />

Sonríen. Casi una primera vez para los dos. Todo lo <strong>de</strong>más había quedado<br />

atrás.<br />

—Ahora duerme. Hablaremos <strong>de</strong>spués —susurra Richard con dulzura.<br />

Maggie se acurruca sobre su vientre y continúa allí, tumbada sobre la alfombra,<br />

don<strong>de</strong> alcanzaran el clímax <strong>de</strong> su pasional reconciliación.<br />

Sin haberlo notado ninguno, una silueta permaneció oculta tras los cortinados.<br />

Cuando Richard, ya vestido, finalmente abandona la sala, Tituba sale <strong>de</strong> su<br />

escondite, pasa muy <strong>de</strong>spacio junto a Maggie, y roza con suavidad la roja cabellera.<br />

Evaporándose luego, en la <strong>de</strong>nsa bruma color ver<strong>de</strong> que caracteriza su presencia<br />

sobrenatural.<br />

Abajo, en una especie <strong>de</strong> cónclave, Arthur, Dorothy, Martha, Robert y Alice, se<br />

hallan reunidos en la sala <strong>de</strong> estar, asidos por las manos y musitando invocaciones<br />

<strong>de</strong> modo inaudible para oídos humanos.<br />

Una figura casi invisible, <strong>de</strong> pie junto a la siempre imperturbable presencia <strong>de</strong><br />

George, en el piso superior, les vigila atentamente. Muy pronto son dos y con la<br />

llegada <strong>de</strong> Tituba, tres. Estos, <strong>de</strong> igual modo, se toman <strong>de</strong> las manos, dando inicio a<br />

sus propias impetraciones, también ininteligibles. Escasos minutos <strong>de</strong>spués, Richard<br />

se les une, completando el círculo ritual y encabezándolo.<br />

Ambos grupos semejan coexistir en planos diferentes, aunque paralelos.<br />

Ninguno se asimila consciente <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong>l otro. Sus voces comienzan a<br />

elevarse, articulando lenguas muertas.<br />

Lentamente, Dorothy se yergue en toda su estampa y dirige sus pasos hacia la

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