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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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ambos. Ahora Richard juzga ese acto como la mayor estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su existencia. Ríe<br />

al pensar que aquella noche <strong>de</strong> amor y entrega había sido sincera; cuando en<br />

realidad, se trataba <strong>de</strong> un subterfugio más <strong>de</strong> la muchacha, con el objeto <strong>de</strong><br />

manipularle y así lograr la concepción <strong>de</strong> un próximo <strong>de</strong>scendiente.<br />

Maggie eleva la vista hacia él y le extien<strong>de</strong> lo que trae consigo.<br />

—No digas nada aún Richard, permite que me explique. Es cierto, te he<br />

mentido, manipulado y aprovechado <strong>de</strong> ti. Estas en pleno <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> juzgarme si<br />

así lo <strong>de</strong>seas, pues lo merezco. Pero por la vida y el futuro <strong>de</strong> esta criatura, creo<br />

preciso, más que eso, urgente, <strong>de</strong>pongamos rencores y secretos. ―Hace un breve<br />

gesto con la mano, impidiendo una respuesta que se avecina inminente—. Ya lo sé,<br />

lo sé. ¡Lo sé! Ha sido mi culpa, jamás voy a negarlo. Mas sí puedo asegurarte que<br />

cuando fui por ti a Londres, <strong>de</strong>sconocía en lo absoluto quien eras en realidad; tanto<br />

como tú mismo o como tus padres. Solo cumplía ór<strong>de</strong>nes. Ni siquiera el Amo logró<br />

saberlo antes <strong>de</strong> este tiempo. —Tras un breve silencio, continúa—. Revisa estos<br />

documentos, contienen información que necesitas conocer. Detalles sobre nosotros,<br />

los que estuvieron antes… y los que están prontos a llegar.<br />

Richard no le permite seguir. Tras recoger tanto el libro como aquel escrito,<br />

cierra la puerta contun<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong>sestimando por completo la actitud contrita <strong>de</strong> la<br />

muchacha y <strong>de</strong>jándola <strong>de</strong>trás.<br />

Pensativo, se dirige hacia uno <strong>de</strong> los divanes. No tiene nada que <strong>de</strong>cir, ni <strong>de</strong>sea<br />

escuchar más. Despliega el pergamino don<strong>de</strong> se perfilan una serie <strong>de</strong> nombres<br />

enlazados con líneas punteadas, plasmados con exótica caligrafía y una tinta<br />

extraña, semejante a sangre.<br />

Suspira, arrellanándose sobre su asiento y <strong>de</strong>cidido a sumergirse nuevamente<br />

en el inextricable laberinto que ro<strong>de</strong>a su existencia.<br />

Reconoce la mayoría. Todos miembros <strong>de</strong> su oscura familia; al pie, el suyo<br />

propio junto al <strong>de</strong> Maggie, <strong>de</strong> la que no consta el apellido. Indicando como fruto <strong>de</strong><br />

tal unión, otro femenino, escrito al parecer recientemente: «Amonet», entre<br />

paréntesis, «Lilith».<br />

Haciendo un repaso mnémico <strong>de</strong> sus pasadas incursiones por las estanterías<br />

<strong>de</strong> libros ocultos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las bibliotecas londinenses, llega a la conclusión <strong>de</strong> que<br />

esos eran solo algunos <strong>de</strong> los nombres atribuidos a una sola mujer. Otro Ángel Caído<br />

junto a Luzbel, <strong>de</strong>scribiéndola como su «amante inmortal» o «compañera».<br />

Está seguro haber leído en alguna parte que, según los egiptólogos,<br />

remontándose al período faraónico <strong>de</strong> Amón Ra, Amonet era consi<strong>de</strong>rada como su<br />

maléfica consorte mística, <strong>de</strong>nominándola también, «La Eterna». También que, en<br />

la cultura griega, existía una analogía con respecto a la misteriosa fémina, pero en<br />

este caso se la conocía como «Hécate». Así continúa la lista, muy extensa e<br />

inquietante, <strong>de</strong>bido a las múltiples coinci<strong>de</strong>ncias que resultan <strong>de</strong> la comparación.<br />

Richard empieza a cavilar:<br />

«Dios creó a la primera mujer, no <strong>de</strong> la costilla <strong>de</strong> un hombre, como lo<br />

fue Eva y, por tanto, mortal; sino tan divina como un Ángel, a quien llamó<br />

Lilith, y con el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> convertirse en la primera esposa <strong>de</strong> Adán. Sin<br />

embargo, no mucho <strong>de</strong>spués, Lilith le abandonó para unirse a otro <strong>de</strong> los hijos

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