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CAPITULO 12<br />
Anamnesis<br />
Londres, siglo XVIII<br />
Pasan varios meses <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que Richard retornara a Londres. El día mismo <strong>de</strong> su<br />
arribo, <strong>de</strong>spierta en el propio lecho, ro<strong>de</strong>ado por la cali<strong>de</strong>z metódicamente<br />
estructurada <strong>de</strong> su hogar.<br />
Alice se <strong>de</strong>svive por aten<strong>de</strong>rlo, procurando distraer cada instante <strong>de</strong> sus días<br />
con nuevos <strong>de</strong>safíos y posibilida<strong>de</strong>s. Inclusive, una vez él se hubo recuperado, tuvo<br />
la ocurrencia <strong>de</strong> presentarlo con distinguidas jovencitas citadinas, todas<br />
proce<strong>de</strong>ntes <strong>de</strong> buenas familias, juiciosas y, a su gusto, excelsamente educadas.<br />
Él, sin embargo, se mantiene inmerso <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un tenaz estado introspectivo.<br />
En apariencia, ha perdido la memoria <strong>de</strong> todo lo recientemente sucedido.<br />
Aquella tar<strong>de</strong> tormentosa en que abandonaran la casona, mientras aferraba sus<br />
manos a las <strong>de</strong> Tituba, Alice recibió <strong>de</strong> ésta un pequeño frasco, conteniendo un<br />
extraño líquido en su interior. Perspicaz, intuye el uso que <strong>de</strong>bía darle. Cuando el<br />
joven intentó, ya avanzada la travesía, abrir los ojos, fue lo primero que le dio a<br />
beber. Completo, hasta la última gota.<br />
Segundos <strong>de</strong>spués, Richard volvió a sumirse en un profundo sueño <strong>de</strong>l que no<br />
<strong>de</strong>spertó durante días. Presa <strong>de</strong> incomprensibles estados febriles y angustiosos<br />
sueños, no <strong>de</strong>jó en ningún momento <strong>de</strong> ser vigilado y confortado por su madre. En<br />
tanto ella aprovechaba la ocasión, abocándose al escrutinio <strong>de</strong> aquellos libros y<br />
manuscritos que el joven había encontrado en la mansión.<br />
Cuando por fin recobra fuerzas suficientes para incorporarse por sí mismo <strong>de</strong><br />
la cama, Richard comienza a <strong>de</strong>ambular por la casa melancólico y distraído. La<br />
sensación <strong>de</strong> que algo huyó <strong>de</strong> su memoria no le abandona. Cosas que ha <strong>de</strong>jado<br />
inconclusas. Esto parece consumirlo internamente. A pesar <strong>de</strong> ello, Alice no claudica<br />
en su intrepi<strong>de</strong>z bizarra <strong>de</strong> llevar a cabo su velado plan.<br />
Poco a poco, Richard reanuda sus habituales excursiones a través <strong>de</strong> la niebla<br />
londinense. Esta vez más solitario que nunca e i<strong>de</strong>ntificado con el esoterismo propio<br />
<strong>de</strong> esta urbe, el que sin lugar a dudas, estimula remembranzas en su fuero interno.<br />
Alice, al notar que Richard retoma, aunque parcialmente, retazos <strong>de</strong> lo que<br />
fuera su anterior rutina, sin evi<strong>de</strong>ncias <strong>de</strong> haber recobrado la memoria, <strong>de</strong>pone su<br />
abnegada <strong>de</strong>dicación. Sintiéndose <strong>de</strong> algún modo liberada, baja la guardia respecto<br />
a lo estricto <strong>de</strong> su vigilancia y cuidados, abocándose con creciente asiduidad a la<br />
inercia <strong>de</strong> inusuales trajines sociales.<br />
Durante las pocas noches en que Richard <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> quedarse encerrado en su<br />
habitación, se contorsiona entre las sábanas, poseso <strong>de</strong> confusos letargos, pesadillas<br />
y negros augurios; los que le hostigan sin darle paz. Aun así y al igual que en el<br />
pasado, persiste en disimularlos frente a su madre. Transcurre la mayor parte <strong>de</strong> su<br />
tiempo elaborando un collage mental, don<strong>de</strong> sitúa una a una las piezas dispersas <strong>de</strong><br />
su perturbada gnosis.<br />
Se le antoja dilucidar las razones que en el pasado propiciaran el aislamiento