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LA HERENCIA (Edición de Day9)

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Aún puedo recordar la singular transformación <strong>de</strong> mi madre, pasando <strong>de</strong> ser<br />

una rozagante dama, bella, vivaz y en ocasiones divertida, a convertirse en una<br />

enjuta mujer <strong>de</strong> pocas palabras y cabeza gacha. Inclusive, siento como si hubiese<br />

sido ayer mismo cuando vi por última vez sus ojos negros. Inescrutables misterios,<br />

para un niño <strong>de</strong> mi corta edad, afloraban entre sus lágrimas <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />

—Es mejor así, mi querido. No <strong>de</strong>bes regresar. —Fueron las irrevocables,<br />

aunque tristes palabras que escuché <strong>de</strong> ella ese día.<br />

Así fue como sus <strong>de</strong>seos se cumplieron durante estos 20 años transcurridos.<br />

A partir <strong>de</strong> entonces, no hubo mayores noticias, ni siquiera se nos notificó<br />

<strong>de</strong>bidamente sobre su muerte, 10 años <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mi partida. Jamás tuvo un funeral.<br />

Al menos, no uno al que yo pudiera asistir.<br />

Tiempo <strong>de</strong>spués supe, como siempre a través <strong>de</strong> los consabidos rumores, que<br />

aquel individuo con quien se había casado consiguió traer <strong>de</strong>s<strong>de</strong> África cierta<br />

cantidad <strong>de</strong> nativos y que estos suplantaron por completo la servidumbre habitual<br />

<strong>de</strong> nuestra casa. Supuestamente tenían por labor el acompañar y asistir a mi<br />

<strong>de</strong>testable padrastro en sus inextricables rituales. Los mismos nunca llegaron a<br />

pronunciar palabra alguna en nuestro idioma.<br />

Dejando <strong>de</strong> lado mis recuerdos, pensé que <strong>de</strong>finitivamente este sería un<br />

trámite por <strong>de</strong>más engorroso. Estipulado en el Testamento, se había fijado una<br />

cláusula que me obligaba a regresar y permanecer en la propiedad heredada <strong>de</strong> mis<br />

padres durante algún tiempo, previo a consi<strong>de</strong>rar siquiera la posibilidad <strong>de</strong> ven<strong>de</strong>r.<br />

Sin otra alternativa y resignado, tomé dicho <strong>de</strong>safío como una oportunidad<br />

para estudiar y preparar mi tesis en leyes, carrera que ya me encontraba finalizando.<br />

Solo esperaba que la vieja mansión se encontrara en condiciones <strong>de</strong> ser habitada.<br />

No <strong>de</strong>seaba más complicaciones <strong>de</strong> las que ya tenía con el bendito viaje y las<br />

ineludibles cláusulas, que me parecían un auténtico disparate.<br />

Después <strong>de</strong> arrastrar mis maletas por el sen<strong>de</strong>ro lleno <strong>de</strong> cardos, llegué a la<br />

entrada <strong>de</strong> rejas oxidadas, las que cedieron <strong>de</strong> un solo empellón y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí hacia la<br />

<strong>de</strong>scascarada puerta que una vez, y según mis vagos recuerdos, luciera majestuosa.<br />

Al abrirla, el espectáculo resultó increíble. Un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n total reinaba en el lugar,<br />

obviamente abandonado.<br />

Mientras avanzaba por la sala, inesperadamente, una sombra muy oscura<br />

emprendió vuelo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el barandal <strong>de</strong>l piso superior y sobrevoló la estancia, rozando<br />

mi cabello con algo que percibí semejante a garras, <strong>de</strong>sapareciendo luego por el<br />

hueco <strong>de</strong> una gran ventana con el vidrio <strong>de</strong>strozado. Mi corazón comenzó a palpitar<br />

con fuerza. Observé hacia arriba y distinguí claramente otra sombría figura<br />

<strong>de</strong>slizándose fugaz y amparada por la oscuridad.<br />

Bajo tales circunstancias, solo atiné a consi<strong>de</strong>rar la posibilidad <strong>de</strong> ser presa <strong>de</strong><br />

una alucinación, provocada por el suceso <strong>de</strong>l «ave» y el perturbador efecto que<br />

causara en mi estabilidad mental; sin embargo, también había logrado oír el rumor<br />

<strong>de</strong> telas acompañando dicho <strong>de</strong>splazamiento allí arriba. Por supuesto, a estas<br />

alturas, ya me sentía singularmente atemorizado.

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