15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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El amor, entendido como preferencia o predilección por<br />
algo o alguien, es uno de los motores fundamentales que<br />
mueven al hombre a actuar, según san Agustín. El amor es<br />
igualmente el principal motor de la asociación política. Por<br />
esto, Agustín afirma: «Dos amores crearon dos ciudades; el<br />
amor de Dios, hasta el desprecio de sí, la ciudad de Dios; y<br />
el amor de sí, hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrena».<br />
Nos encontramos ante el núcleo del pensamiento político<br />
de Agustín: la distinción entre una ciudad de Dios y una<br />
ciudad terrena, separadas y distinguidas por el objeto de<br />
sus respectivas predilecciones: el amor de Dios (amor Dei)<br />
o el amor de sí (amor sui). Roma, caracterizada por la sed<br />
constante de conquista y de poder, la exaltación de la gloria<br />
mundana, la persecución de riqueza material y la veneración<br />
de falsos dioses encamaría perfectamente el paradigma de<br />
ciudad terrena. La adopción del cristianismo como religión<br />
oficial, por lo tanto, no sería la causa de su decadencia, sino<br />
su secular historia de amor de sí misma. En el momento de<br />
mayor crisis del Imperio, sin embargo, la otrora dueña del<br />
mundo ya era cristiana, por lo que el análisis de Agustín<br />
podría dar falsamente a entender que la Roma de su tiempo<br />
se aproximaba a la ciudad de Dios.por el hecho de haber<br />
dejado de lado a los dioses tradicionales. No es así, porque<br />
la ciudad de Dios no es propiamente una entidad política,<br />
identificable con este o aquel imperio, ciudad o estado. Se<br />
trata más bien de una comunidad mística, formada por todos<br />
los creyentes, que conforma una «ciudad» que prefigura<br />
la Jerusalén celestial y avanza a través de los siglos en<br />
peregrinaje hacia la consecución de los tiempos. Las dos<br />
ciudades, la terrenal y la espiritual, viven inevitablemente<br />
mezcladas en este mundo. No es posible distinguirlas sino<br />
por el amor, la esperanza y la fe que mueve a los habitantes<br />
de una y otra ciudad.