15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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existe una razón eterna, de Dios, y dos modalidades de razón<br />
propias del alma humana, también los elementos de la<br />
naturaleza poseen su propia razón. No se trata, en este caso,<br />
de una razón activa y que pueda vincularse, propiamente,<br />
a ningún tipo de conocimiento, sino más bien de la razón<br />
que ordena el despliegue natural de los elementos naturales.<br />
Agustín llama a esta forma de razón seminal, porque es comparable<br />
a una semilla depositada por Dios en el momento de<br />
la Creación.<br />
De forma paralela a estos tres niveles de razón, existen<br />
también tres niveles distintos de percepción. En el nivel más<br />
bajo se halla la sensación, que es común en animales y humanos<br />
y que empieza y acaba en los objetos físicos. A continuación<br />
está el juicio racional, en este caso, una facultad ya<br />
exclusiva de los seres humanos. El juicio racional permite<br />
sacar, a partir de la observación de la naturaleza, ciertas conclusiones<br />
de carácter universal sin las cuales no solo sería imposible<br />
desarrollar algún tipo, por ejemplo, de ciencia, sino<br />
ni siquiera levantarse por la mañana y llevar a cabo las acciones<br />
más simples, como preparar el desayuno. Incluso una<br />
actividad tan básica solo puede tener lugar en la medida que<br />
el ser humano es capaz de predecir, a partir de experiencias<br />
previas, que el azúcar que se vierte en el café va a endulzarlo<br />
y no lo hará amargo o salado. Este segundo nivel de percepción,<br />
el juicio racional, permite establecer de forma tajante<br />
la separación entre seres humanos y el resto de los animales<br />
pero, como se verá enseguida, también abre la puerta al<br />
error cognitivo, a la posibilidad de equivocarse. El nivel de<br />
percepción más elevado es el de la intelección, que permite<br />
el conocimiento de objetos no corporales. Esta, naturalmente,<br />
también es una facultad privativa de los humanos.<br />
En La dimensión del alma (De quantitate animae), uno de<br />
los primeros libros de san Agustín, escrito solo un año más<br />
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