15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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de las que escribió en su retiro filosófico en Casiciaco, inmediatamente<br />
después de su conversión, sean los tres libros<br />
Contra los académicos, es decir, contra los representantes de<br />
la Academia Nueva que defendían una lectura escéptica del<br />
platonismo. A la vez que le ayudó a superar la duda escéptica,<br />
el neoplatonismo puso fin al esquema dualista, excesivamente<br />
simple, y a su pesimismo trágico. Efectivamente, la<br />
aceptación del carácter esencialmente maléfico de la creación<br />
y la imposibilidad de llegar nunca a librarse del todo de este<br />
principio negativo aboca al maniqueo a un determinismo<br />
pesimista. Aunque el neoplatonismo parta igualmente de un<br />
esquema dual, ofrece como mínimo, mediante su gradación<br />
de la realidad, un horizonte de sentido hacia el que el ser humano<br />
puede dirigir su mirada y encontrar, ya en esta vida, la<br />
forma de evitar el mal y conquistar la felicidad. Dicho de otro<br />
modo, para el maniqueo, evitar el mal no está en su mano<br />
porque el mal es algo inherente a la realidad que lo circunda<br />
y lo invade constantemente, mientras que el neoplatónico<br />
no niega la existencia del mal, pero lo sitúa más bien en el<br />
terreno de la elección que en el de la determinación. El ser<br />
humano está expuesto efectivamente al mal, pero depende<br />
de sí mismo (de cómo encarrile su vida, de cuáles sean sus<br />
prioridades...) evitarlo y orientarse hacia el Bien. Aunque el<br />
neoplatonismo tenga un cariz innegablemente intelectualista,<br />
su combinación con el cristianismo y la forma como Agustín<br />
concilia fe y razón permiten una doble vía de acceso a este<br />
Bien supremo. Así, el creyente sin vocación filosófica tiene la<br />
posibilidad de escapar a la servidumbre del mal con la simple<br />
adhesión a la autoridad de una Iglesia que, pedagógicamente,<br />
le conduce hacia Dios. A su vez, aquellos que sí disponen de<br />
esta capacidad conocerán de primera mano (sin abandonar,<br />
en cualquier caso, la orientación que proporciona la Iglesia)<br />
la sabiduría suprema que reside en Dios.<br />
La doctrina de la gracia