15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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falta de fe (más bien podría decirse que su problema era<br />
el contrario, el exceso de fe), sino de correcta comprensión<br />
de lo que conlleva la fe. La posición de san Agustín ante<br />
esta nueva afrenta a la correcta comprensión de la doctrina<br />
cristiana pasa por la elaboración de un discurso que ponga<br />
a salvo la institución (la Iglesia) mediante la neta separación<br />
entre esta y sus seguidores. Una separación que tuvo hasta<br />
tal punto éxito que no es del todo inhabitual oírla todavía<br />
hoy cuando la Iglesia se convierte en protagonista de acciones<br />
poco edificantes: no hay que confundir la institución con<br />
las personas que operan en ella. La bondad y perfección de<br />
la Iglesia de Cristo, entendida como un organismo místico,<br />
no puede ser puesta en duda por reprobables que sean las<br />
acciones que sus ministros y creyentes llevan a cabo en su<br />
interior, así como tampoco los sacramentos que en ella se<br />
realizan pierden validez alguna porque los hombres que los<br />
imparten sean imperfectos o porque quienes los reciben renieguen<br />
de ellos más adelante. La solución ante tales imperfecciones<br />
no pasa por el cisma, por la creación de una nueva<br />
Iglesia de cristianos puros y perfectos. Ansiar la perfección<br />
es una virtud, pero la convicción donatista de haberla conquistado<br />
y detentarla en exclusiva es mera arrogancia y desconocimiento<br />
de la verdadera naturaleza humana, siempre<br />
pecadora. Estos hermanos de fe que eran los donatistas, por<br />
lo tanto, debían ser llevados de nuevo a la senda del correcto<br />
conocimiento y, para conseguir desviarlos del error, san<br />
Agustín coadyuvó sus argumentos con las eficaces medidas<br />
de represión que le proporcionaba el Imperio para mantener<br />
la estabilidad política en el norte de África. La tensión<br />
entre católicos y donatistas llegó a extremos imposibles de<br />
sostener, en buena parte debido a la intervención de unos<br />
pequeños grupúsculos de cristianos rigoristas y violentos,<br />
llamados circumceliones (de circum celias, es decir que iban