15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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tarde del Contra los académicos, el filósofo niega que pueda<br />
tener lugar ningún tipo de conocimiento que provenga exclusivamente<br />
de los sentidos. Este principio restringe totalmente<br />
la posibilidad de conocimiento en sentido estricto a<br />
los animales, desprovistos de razón y que limitan su relación<br />
con el mundo a la aprehensión sensitiva.<br />
Una consecuencia directa de la elaboración racional es la<br />
posibilidad de emitir juicios erróneos. Esta es una consideración<br />
importante, puesto que rechaza de base la creencia de<br />
que los sentidos llevan a engaño. El origen de un error puede<br />
efectivamente encontrarse en los sentidos (es decir, puede tener<br />
algo que ver con la información que proporcionan), pero<br />
el error no puede ser directamente provocado por los sentidos,<br />
sino por una «mala gestión» de los datos que proporcionan<br />
los sentidos. Para ilustrar el problema de los errores de<br />
cognición aparentemente provocados por los sentidos, Agustín<br />
recurrió, en Sobre la verdadera religión, al clásico ejemplo<br />
del remo que, al meterlo dentro del agua, parece romperse y<br />
reintegrarse cuando se lo saca. El de Hipona se muestra aquí<br />
categórico: la vista no nos engaña, quien se equivoca es la<br />
mente, que en vano intenta comprender fenómenos corporales<br />
y esto la lleva a introducir una distorsión cognitiva. El<br />
núcleo del problema procede, en términos agustinianos, de<br />
la doble función que debe tener el alma: de un lado orientada<br />
hacia las razones eternas de Dios, del otro hacia los datos<br />
que le proporcionan los sentidos. Estrictamente, la función<br />
más propia del alma es la intelectiva, que le proporciona el<br />
verdadero conocimiento que es la sabiduría (sapientia). La<br />
función sensorial es la propia de los sentidos. Son estos los<br />
que están preparados para recabar información. Y no yerran<br />
cuando lo hacen. El error procede, en realidad, del hecho<br />
que el alma humana (no los sentidos) deba gestionar una información<br />
que no le es propia. Volviendo al caso del remo, el