15-Ponsati-Murla-Oriol-San-Agustin
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Cuando finalmente Agustín logró alejarse del maniqueísmo,<br />
la luz tomó un nuevo cariz en él. En Contra los académicos,<br />
una de las primeras y más importantes obras escritas<br />
durante su retiro filosófico en Casiciaco, inmediatamente<br />
después de su conversión al cristianismo (386), Agustín explica<br />
cómo logró reanudar una discusión filosófica con su<br />
amigo Licencio:<br />
Al hacer yo, como me fue posible, un cálido elogio de la luz<br />
de la filosofía, accedió con gusto a tratar de nuevo la cuestión<br />
de los académicos, que habíamos aplazado. Por suerte lució<br />
un día muy sereno y propicio para serenar nuestros ánimos.<br />
Evidentemente, Agustín establece un paralelismo entre la<br />
«luz de la filosofía» y la luz del día que, de alguna forma, ilumina<br />
también el ánimo y le permite emprender su búsqueda<br />
de la sabiduría. No es extraño que, incluso en un momento<br />
en que el maniqueísmo ha sido dejado de lado por el pensador,<br />
subsistan aún expresiones que hacen pensar fácilmente<br />
en un imaginario maniqueo. Poco a poco, sin embargo,<br />
Agustín fue abandonando la forma maniquea de entender<br />
la luz y marcó sin ambages la línea de demarcación entre la<br />
luz física y la espiritual. Así, en una obra escrita en el 396,<br />
exactamente diez años más tarde de Contra los académicos,<br />
la Respuesta a la carta de Mani, afirma:<br />
Cuán difícil es curar el ojo del hombre interior para que pueda<br />
ver el sol que le es propio, no este que adoráis, que brilla<br />
y resplandece a los ojos de carne de los hombres y de los<br />
animales, sino aquel otro del que dijo el profeta: «Ha salido<br />
para mí el sol de justicia», y del que se dice en el Evangelio:<br />
«Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene<br />
a este mundo».<br />
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