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desorganización con trabajo duro y un poco de suerte. Pero eso ya no sirve más

adelante. De hecho, si usted no es capaz de crecer y organizarse, estará perdido.

Podemos comparar el sistema de Eisenhower en la Casa Blanca con la

tristemente célebre compañía automovilística creada por John DeLorean, cuando

se salió de General Motors (GM) para producir su propia marca de autos

futuristas. Considerando que han pasado varias décadas desde la espectacular

debacle de la compañía, podemos ser comprensivos y pensar que el hombre

sencillamente era un adelantado para su época. Pero, de hecho, su ascenso y

caída es una historia eterna: la de un narcisista ansioso de poder que saboteó su

propia visión y perdió millones de dólares de otras personas en el proceso.

DeLorean estaba convencido de que la cultura del orden y la disciplina que

reinaba en GM había coartado las posibilidades de creativos independientes

como él. Cuando se propuso fundar su compañía, deliberadamente hizo todo

distinto, desdeñando la sabiduría convencional y las prácticas empresariales

establecidas. El resultado no fue ese refugio independiente y creativo que

DeLorean se había imaginado con tanta ingenuidad. En lugar de eso fue una

organización excesivamente política y disfuncional, incluso corrupta, que

colapsó debido a su propio peso, y recurrió al delito y al fraude cuando perdió

cerca de 250 millones de dólares.

Tanto el automóvil como la compañía de DeLorean fracasaron porque fueron

mal manejados de comienzo a fin, con un énfasis puesto en la mala gestión de

sus directivos. Es decir, el problema era el propio DeLorean. Comparado con

Eisenhower, DeLorean trabajó constantemente, pero con resultados muy

distintos.

Tal como lo expresó un ejecutivo: DeLorean “tenía la capacidad de

reconocer una buena oportunidad, pero no sabía cómo aprovecharla”. Otro

ejecutivo describió su estilo gerencial como “la persecución de globos de

colores”; vivía constantemente distraído y abandonaba un proyecto por otro. Era

un genio, pero, tristemente, eso casi nunca es suficiente.

Aunque probablemente no lo hizo deliberadamente, DeLorean creó una

cultura en la que el ego dominaba totalmente. Convencido de que el éxito

continuo era algo que le pertenecía por derecho propio, parecía erizarse ante

conceptos como disciplina, organización y planeación estratégica. Los

empleados no recibían suficiente dirección y, en otras ocasiones, quedaban

aplastados por una montaña de instrucciones triviales. DeLorean no sabía

delegar, excepto a unos cuantos lacayos cuya lealtad ciega era mejor

recompensada que la capacidad. Por encima todo, DeLorean solía estar siempre

retrasado o embebido en sus pensamientos.

A los ejecutivos se les permitía trabajar durante el tiempo de la empresa en

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