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Howard Hughes, al igual que todos nosotros, no estaba totalmente loco ni
totalmente cuerdo. Su ego también alimentaba y exacerbaba sus lesiones físicas
(causadas principalmente por accidentes aéreos y automovilísticos de los cuales
había tenido la culpa) y varias adicciones que lo llevaron a un estado de
confusión que apenas podemos comprender. Había breves momentos de lucidez
en los que su brillante inteligencia lograba asomar, y fue ahí donde hizo algunas
de sus mejores movidas, pero a medida que fue avanzando en la vida, estos
momentos se volvieron cada vez más escasos. Con el tiempo, el ego mató a
Howard Hughes Jr., tanto como lo hicieron la manía y los traumas que había
sufrido, si es que todo eso se pudiera separar.
Uno solo puede ver esto si quiere verlo. Es más atractivo y excitante ver solo
al rebelde millonario, al excéntrico, al hombre de fama mundial y pensar: ¡Ah,
yo quisiera ser así!. Pero eso no es cierto. Howard Hughes, al igual que mucha
gente rica, murió en un asilo que él mismo construyó. No sentía casi ningún
placer. No disfrutó casi nada de todo cuanto poseyó. Y lo más importante es que
fue un derrochador. Desperdició su gran talento, su inmenso valor y su
asombrosa energía.
Sin virtud ni entrenamiento, observó Aristóteles, “es difícil manejar
adecuadamente los resultados de la buena suerte”. Podemos aprender de Howard
Hughes porque él fue incapaz de manejar de forma adecuada lo que le
correspondía por derecho. Su infinito gusto por estar en primer plano, a pesar de
lo poco atractivo que resultara, nos da la oportunidad de ver nuestras propias
tendencias, nuestras propias luchas con el éxito y la suerte, reflejadas en su vida
tumultuosa. Su inmenso ego y el camino destructivo que siguió en Hollywood,
en la industria de la defensa, en Wall Street, en la industria de la aviación, nos
deja ver el interior de alguien que cayó repetidas veces en la trampa de los
impulsos que todos tenemos.
Desde luego, Hughes no es la única persona en la historia que siguió ese
camino. ¿Seguiría usted su trayectoria?
A veces el ego es eliminado desde el ascenso. A veces una idea es tan
poderosa, o la oportunidad tan perfecta (o tal vez nacimos con riqueza y poder)
que es capaz de sobrevivir o incluso compensar un ego enorme. Cuando llega el
éxito, como podría ocurrirle a un equipo que acaba de ganar el campeonato, el
ego comienza a jugar con nuestra mente y debilita la voluntad que nos hizo
ganar. Sabemos que los imperios siempre caen, así que debemos pensar en el
porqué, y por qué siempre parecen desmoronarse desde adentro.
Harold Geneen fue un director ejecutivo que más o menos inventó el
concepto del conglomerado internacional moderno. A través de una serie de
adquisiciones, fusiones y tomas de empresas (más de 350 en total), tomó una