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TRABAJAR, TRABAJAR Y TRABAJAR

El mejor plan se queda en buenas intenciones a menos de que

degenere en trabajo.

—PETER DRUCKER

A

unque mejor conocido por sus hermosas pinturas impresionistas de

bailarinas, el pintor Edgar Degas abrigó durante un tiempo la idea de ser

poeta. Teniendo una mente brillante y creativa, el potencial para escribir grandes

poemas estaba todo allí: podía ver la belleza, podía encontrar la inspiración. Sin

embargo, no existen grandes poemas escritos por Degas. Hay una famosa

conversación que puede explicar la razón. Un día, Degas se lamentó con su

amigo, el poeta Stéphane Mallarmé, acerca de sus problemas para escribir: “No

logro decir lo que quiero, aunque estoy lleno de ideas”. La respuesta de

Mallarmé va directo al grano: “Mi querido Degas, uno no hace versos con las

ideas. Los hace con palabras”.

O, mejor, con trabajo.

La distinción entre un profesional y un aficionado radica justo ahí. Se da

cuando uno acepta que tener una idea no es suficiente, que todavía debe trabajar

hasta que sea capaz de recrear efectivamente la experiencia, mediante palabras,

sobre la página. Tal como lo explicó el filósofo y poeta Paul Valéry en 1938, “la

función de un poeta... no es experimentar el estado poético. Eso es un asunto

privado. Su función es crearlo en los demás”. Es decir, su trabajo es producir una

obra, ser al mismo tiempo un artista y un artesano, cultivar un producto del

trabajo y la habilidad, en lugar de un producto solamente mental. Ahí es donde

las abstracciones se encuentran con lo real, donde cambiamos el pensar, pensar y

pensar, y hablar, hablar y hablar, por trabajar, trabajar y trabajar.

“Uno no puede construir una reputación acerca de lo que va a hacer”, dijo

Henry Ford. La escultora Nina Holton inspiró una nota similar en el clásico

estudio sobre la creatividad del psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi. “Ese

germen de una idea —le dijo Holton— no produce una escultura que se eleve en

el aire. Solo se queda ahí. Así que el siguiente paso, desde luego, es el trabajo

duro”. El inversionista y empresario Ben Horowitz lo plantea con más

franqueza: “Lo difícil no es establecer una meta grande, complicada y audaz. Lo

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