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repetidas, adquieren la categoría de recuerdos y bloquean todas las otras rutas
hacia la exploración”.
Bill Walsh entendió que los estándares de desempeño, esas supuestas
pequeñas cosas, fueron los responsables de la transformación del equipo y la
victoria. Pero eso es demasiado aburrido para vender periódicos. Esa es la razón
por la cual le prestó tan poca atención cuando lo apodaron “El Genio”.
Aceptar el título y la historia no era una gratificación inofensiva que Walsh
pudiera recibir con tranquilidad. Aunque esas historias no cambian el pasado, sí
tienen el poder de afectar el futuro.
Con el tiempo, sus jugadores demostrarían los riesgos que conlleva el hecho
de dejar que una historia como esa se le suba a uno a la cabeza. Al igual que la
mayor parte de nosotros, ellos querían creer que su improbable victoria se debía
a que ellos eran muy especiales. En las primeras dos temporadas posteriores al
Super Bowl que ganaron, el equipo fracasó estruendosamente —sobre todo
como resultado de esa seguridad inmerecida— y perdieron doce partidos de
veintidós. Eso es lo que sucede cuando uno evalúa prematuramente, y se
atribuye poderes que todavía no controla. Eso es lo que sucede cuando uno
empieza a pensar en lo que dicen de uno esos logros tan rápidos, y comienza a
descuidar el esfuerzo y los estándares que los impulsaron.
El equipo solo volvió a ganar cuando retomó sinceramente los estándares de
desempeño (ganaron tres Super Bowl más y nueve campeonatos de división en
una década). Solo volvieron a ganar tal como lo habían hecho antes cuando
dejaron de echarse cuentos y se concentraron en la tarea que tenían enfrente.
Esta es la otra parte de la historia: cuando uno gana, todo el mundo empieza
a buscarlo. Cuando uno está en la cima es cuando menos puede darse el lujo de
hacerle caso al ego, debido a que ahí las apuestas son mucho más altas y los
márgenes de error mucho más pequeños. Por otra parte, la capacidad de
escuchar, de recibir críticas, de mejorar y de crecer se vuelve mucho más
importante que nunca antes.
Los hechos son mejores que los cuentos y la imagen. El famoso financista
del siglo XX Bernard Baruch dijo una vez algo genial: “Comprar cuando está
barato y vender cuando está en la cima es algo que generalmente hacen los
mentirosos”. Es decir, rara vez se puede creer en lo que la gente dice que está
haciendo. Jeff Bezos, el fundador de Amazon, ha hablado sobre esta tentación.
Bezos recuerda que nunca hubo realmente un “momento de inspiración mágica”
durante la construcción de su monstruosa compañía, a pesar de lo que digan sus
propios comunicados de prensa. La fundación de una empresa, ganar dinero
mediante maniobras financieras o la formación de una idea, son procesos
complejos y desordenados. Reducir este proceso a un cuento que nos inventamos