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temprano a trabajar. Unos pocos años después, trabajó para llegar a ser una física
respetada, pero desconocida. Solo entonces entró a la política. A los cincuenta se
convirtió en canciller. Fue un camino lento y laborioso hacia la cima.
Sin embargo, el resto de nosotros quiere llegar a la cima tan rápido como sea
humanamente posible. No tenemos paciencia para esperar. Estamos ansiosos por
escalar posiciones. Y cuando llegamos arriba, tendemos a pensar que el ego y la
energía son la única solución para quedarse ahí. Pero no es así.
Cuando el presidente ruso Vladimir Putin trató de intimidar a Merkel en una
ocasión dejando que su enorme perro de caza ladrara durante una reunión (se
sabe públicamente que a ella no le gustan los perros), ella no se inmutó y más
tarde hizo una broma sobre el asunto. Como resultado, él fue quien quedó como
una persona asustadiza y débil. Durante su ascenso al poder, y especialmente
durante el tiempo que lleva como canciller, Merkel ha mantenido un equilibro
constante y gran claridad mental, independientemente de las tensiones o los
estímulos que la rodean.
Si nosotros hubiéramos estado en una situación similar, tal vez habríamos
saltado a la acción, nos habríamos indignado o hubiésemos declarado que eso
era inaceptable. Tenemos que alzarnos en defensa de nosotros mismos, ¿no es
verdad? ¿Pero lo hacemos? Pero en la mayoría de los casos, eso solo es ego y
solo aumenta la tensión. Merkel es firme, clara y paciente. Está dispuesta a ceder
en todo menos en los principios que están en juego, a pesar de que mucha gente
ya los haya perdido de vista.
Eso es sobriedad. Ese es el arte del autocontrol.
Merkel no se convirtió en la mujer más poderosa del mundo occidental por
accidente. Lo más importante es que ella ha mantenido su posición durante tres
períodos con la misma fórmula.
El gran rey filósofo Marco Aurelio sabía esto muy bien. Llamado a participar
en política casi contra su voluntad, le sirvió al pueblo romano en posiciones
importantes desde cuando era un adolescente hasta su muerte. Siempre había
asuntos urgentes: apelaciones qué escuchar, guerras qué pelear, leyes qué
aprobar, favores qué conceder. Marco Aurelio se esforzó por escapar a lo que él
llamaba “imperialización”, la mancha del poder absoluto que había acabado con
anteriores emperadores. Para hacerlo, se escribió a sí mismo que “debía luchar
para ser la persona que la filosofía había tratado de formar en él”.
Esta es la razón por la cual se supone que el filósofo zen Zuigan se desafiaba
a sí mismo todos los días:
—Maestro...