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El problema radica en el camino que nos llevó al éxito desde el comienzo.
Lo que hemos logrado tal vez requirió con frecuencia demostraciones de puro
poder y fuerza de voluntad. Tanto el espíritu emprendedor como el artístico
requieren la creación de algo que antes no existía. Ser rico significa vencer el
mercado y las probabilidades. Los campeones deportivos han demostrado su
superioridad física ante innumerables oponentes.
Llegar a donde estamos implicó hacer caso omiso de las dudas y las reservas
de la gente que nos rodea. Significó rechazar el rechazo. Tuvimos que tomar
ciertos riesgos. Podríamos habernos dado por vencidos en cualquier momento,
pero estamos aquí precisamente porque no lo hicimos. La persistencia y el valor
ante las probabilidades en contra son, en parte, rasgos irracionales y, en algunos
casos, rasgos realmente irracionales. Pero cuando funcionan, esas tendencias se
pueden sentir reivindicadas.
¿Por qué no habrían de sentirse así? Es humano pensar que como ya lo
hicimos una vez —como el mundo cambió de forma notoria o sutil—, ahora
estamos en posesión de un cierto poder mágico. Estamos aquí porque somos más
grandes, más fuertes, más inteligentes. Creemos que nosotros fabricamos la
realidad que habitamos.
Justo antes de destruir su compañía de más de mil millones de dólares, Ty
Warner, el creador de los Beanie Babies, desestimó las objeciones cautelosas de
uno de sus empleados: “Podría poner el corazón de Ty en estiércol y de todas
maneras lo comprarían”. Pero se equivocó. Y la empresa no solo fracasó
estruendosamente, sino que, más tarde, él casi termina en la cárcel.
No importa si usted es un billonario, un millonario o solo un chico que
consiguió un buen empleo a temprana edad. La absoluta certeza que lo trajo
hasta aquí se puede convertir en un lastre si no tiene cuidado. ¿Qué hay de las
exigencias y los sueños acerca de una vida mejor? ¿De la ambición que impulsó
el esfuerzo? La soberbia y los privilegios siguen estando pendientes. Lo mismo
se puede decir del instinto que lo impulsa a tomar el control, ahora que usted es
un adicto a él. ¿Lo impulsa el deseo de probarles a los que dudaron de usted que
estaban equivocados? Bienvenido a las semillas de la paranoia.
Sí, hay ciertas tensiones y angustias legítimas que vienen con las
responsabilidades y las cargas de su nueva vida: todas las cosas con las que está
lidiando, los frustrantes errores de la gente que debía ser más cuidadosa, una
infinita lista de obligaciones. Nadie nos prepara para eso, lo cual hace que estos
sentimientos sean todavía más difíciles de manejar. Se suponía que la tierra
prometida era agradable, no irritante. Pero no puede permitir que las paredes se
cierren sobre usted. Tiene que controlarse y controlar sus percepciones.
Cuando Arthur Lee fue enviado a Francia e Inglaterra para adelantar labores