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mejores directores ejecutivos de la historia, independientemente de su género, y
punto.
Para alguien que había nacido con una cuchara de plata en su boca, la
primera década y media fue lo que se llamaría un bautizo de fuego. Katharine
enfrentó una dificultad tras otra, problemas que no estaba preparada para
manejar, o por lo menos eso parecía. Hubo momentos en los que probablemente
sintió que debería haber vendido el maldito diario y disfrutar de la enorme
fortuna.
Ella no causó el suicidio de su marido, pero debido a él tuvo que seguir
adelante sola. Tampoco buscó involucrarse con Watergate y los Papeles del
Pentágono, pero las dos historias llegaron a su puerta y tuvo que abrirse camino
a través de su naturaleza incendiaria. Mientras que otros se aventuraron a
efectuar compulsivamente compras y fusiones durante los años ochenta,
Katharine las evitó. Ella redobló sus esfuerzos y los de su compañía, a pesar de
haber sido tratada por Wall Street como una piltrafa. Ella habría podido tratar de
encajar muchas veces, pero no lo hizo.
En cualquier momento alguien puede experimentar un fracaso o un
retroceso. Bill Walsh dijo una vez: “Casi siempre el camino a la victoria pasa
por un lugar llamado ‘fracaso’”. Con el fin de volver a saborear el éxito, uno
tiene que entender qué lo llevó a ese momento (o a esos años) de dificultades,
qué fue lo que salió mal y por qué. Uno debe manejar la situación para poder
dejarla atrás. Necesitará tanto aceptarla como atravesarla.
Katharine Graham estuvo sola durante la mayor parte de este proceso. Se iba
abriendo camino a tientas, tratando de entender situaciones en las que nunca
pensó hallarse. Ella es un ejemplo de que uno puede hacer casi todo bien y aun
así encontrarse en un lío gordo.
Pensamos que el fracaso solo les llega a los egocéntricos que se lo estaban
buscando. Nixon se merecía fracasar, pero ¿qué hay de Katharine? La realidad es
que sí, mucha gente hace todo lo necesario para estrellarse contra el mundo, pero
la gente buena también falla todo el tiempo (o sufre por las fallas de otras
personas). Gente que ya ha sufrido muchas cosas, suele encontrarse con más
problemas. La vida no es justa.
Al ego le encanta esa noción: la idea de que algo es justo o no lo es. Es lo
que los psicólogos denominan “herida narcisista”: nos tomamos a pecho eventos
totalmente indiferentes y objetivos porque nuestro sentido del yo es frágil y
depende de que las cosas salgan todo el tiempo como queremos. Pero ¿qué
importa si las dificultades que estamos pasando son nuestra culpa o nuestro
problema? La respuesta es que eso no es importante porque de todas maneras
tenemos que lidiar con el asunto de inmediato. El ego de Katharine no fue lo que